viernes, 27 de noviembre de 2015

Capítulo 5




Capítulo 5

La vela se consumió. Jack se había quedado dormido en la superficie sobresaliente de la ventana mientras esperaba a que Elsa se acostara para ingresar. Debía ser medianoche. Forzó la ventana y se adentró en la habitación de la Reina. Se sintió raro pisar ese lugar, la madera apenas le delataba su llegada. Salpicada en sombras, Elsa dormía sobre su tocador entre los papeles escritos y otros muchos abollados.

Dejó su bastón apoyado en la ventana. A paso de ladrón, Jack Frost se acercó a ella; respiró su delicioso perfume sin querer y la miró de cerca como no había hecho en días. Se le notaba el cansancio bajo los ojos cerrados. Pensó en llevarla a la cama donde dormiría más cómoda, o traerle una manta por lo menos. Aunque sería mucho que arriesgar si se despertaba.

Como quien oye lluvia, Jack no le hizo caso a su sentido común esta vez; tomó en ambos brazos con sumo cuidado el blando cuerpo de Elsa que dormía sentada, acurrucándola sobre el suyo. Procuró que su respiración no fuese a despertarla contra su pecho. Intentó tocar su piel lo menos posible para que no sintiera su gélido tacto y caminar largas zancadas hasta la cama. En el instante en que Elsa se revolvió un poco contra él, despertando de a poco, Jack la lanzó a su cama sin querer y por impulso. Por suerte, Elsa permaneció inmóvil en tan mullida comodidad. Para cuando Jack la arropó, ella respiraba y dormitaba profundamente de nuevo. Phew…

Fue directo al grano. Jack caminó sobre sus  pasos y tomó las cartas que Elsa había estado escribiendo en vela. ¿Por qué se había quedado toda la noche haciendo y rehaciendo esos papeles? ¿Para quién serían? Revolvió su melena peliblanca como si pudiese ahuyentar las preguntas.

La sorpresa no tardó en llegar en cuanto alcanzó el final de las mismas. Casi dejó escapar un grito de estupor como si fuese poco. Últimamente se las empañaba para meter la pata con su irreconocible torpeza.  Las palabras en tinta eran un golpe duro entre los ojos.

Eran dos cartas, una para ella y otra para Arendelle, parecía. Sin desaprovechar un segundo, tomó la pluma y reescribió exactamente las palabras a otras hojas conteniendo la respiración  para luego devolver las originales a su sitio. Ya tenía información, hora de marcharse.

Pero antes, no puedo reprimir las ganas de echarle un vistazo. Se quedó mirando su bella silueta curvilínea bajo las fundas, sigiloso, en el margen de la ventana. Era extraño verla así. Ya no había expresión de confusión y desorden en ella. Solamente dormía, parecía calma. Tal vez más pequeña e inocente. Vulnerable.  Un movimiento adormecido fue suficiente para sobresaltar a Jack lejos de los pensamientos que trazaba. Tomó su bastón, preparado para irse, cuando escucho gemidos que lo paralizó más que aquellas cartas.

La paz que antes inundaba a la Reina había desaparecido. Su rostro derrochaba terror, y lo giraba de un lado a otro, sepultándolo en la almohada y apretando los labios. Gemía, balbuceaba cosas sin sentido y gritaba ahogadamente, revolviéndose con violencia bajo las colchas que con tanto movimiento ahora estaban en la línea de su cintura. A los pies de su cama, Jack la observó durante unos pocos segundos sin saber qué hacer y finalmente optó por la nada misma.

“No interfieras en el cambio” eso era entendible, aunque dudaba si horribles pesadillas fuese parte de ello. Era vivir un deja vú de la noche anterior, pero más espantosa si se quiere. En lugar de saltar por la ventana, volvió a acobijarla por más que fuese una causa perdida dado a que se seguía revolviendo entre aullidos.

No podía despertarla, pero lo que sí podía era aunque fuese velar sus sueños desde lejos, sin remedio a su tormento. No la dejaría sola. Se prometió que se marcharía cuando el Sol asomase en las lejanas montañas.

Luego de no pegar un ojo unas horas más y que la situación progresivamente se fuese aquietando, Jack acabó por irse de la habitación mientras la noche todavía tocaba algunas tierras. El viento en sus mejillas siempre era un amigo al momento de reflexionar, aclarar su cabeza.

Mierda, ¿hacía cuánto no había hablado con ella? La relación pasó a ser un espionaje, casi como el día cero desde hacía meses, pero peor. Elsa se sentía como un miembro ajeno de su cuerpo que podría simplemente amputar y olvidar, o sentir su fantasma. Ella no le reconocía, había quedado claro, y eso era algo que apostar en la mesa cuando llegase con el troll.

– ¿Hola? – esa vez, no habían tantos trolls reunidos, pero sí lo estaban esperando.

–¡Jack Frost! – Pabbie no tardó en dar un paso al frente. – ¿Cómo has–

–Lee esto. – Jack, arrodillado, le tendió los papeles copiados.  Pabbie aceptó los mismos, cauteloso por su expresión de piedra.

–¿Qué son?

–Cartas. Escritas por Elsa.

–Mhm. – respirando lentamente, sus ojos descendían por ambos papiros hasta que su frente acabó fruncida. – ¿Qué significa esto? –preguntó desconcertado.

–No lo sé. – se mostró rendido. – Por eso te las traigo.

–Bueno para empezar… No sabía que la Reina tuviese tan mala letra.

–Esa no es suya, es la mía. – rodó los ojos. – Reescribí los papeles originales. Estuvo escribiéndolos, equivocándose y volviendo a empezar por toda la noche. Todo por esta… esta  insensatez.

–Oh… Ya. – Pabbie meditó y se tomó un momento para releerlas. – Elsa está planeando en irse, por lo que puedo interpretar.

–No tiene sentido. ¿Se escribe a sí misma diciendo que ella se irá?

–Parece que sí… – lo pensó, no  demasiado seguro de qué suponer. Jack de pronto develó la respuesta a esa cuestión.

– A no ser que esté mintiendo.

–Es una estrategia, ahora que lo dices, para no dejar huellas. – concordó.

–¿Y por qué mentiría? ¿Por qué se iría?

Hubo un silencio abstraído.

–Lo está sintiendo… Está sintiendo el cambio. Debe ser como una serpiente cambia de piel; no puede quedarse en un solo lugar, por eso se mueve. Yo no la conozco tanto como tú, Jack. Pero podría decir que está asustada. Asustada de ella misma y teme que pudiese causar un mal que esté fuera de su alcance. ¿No la has notado así?

–De hecho, sí. – repasó los sucesos de los días pasados. Por alguna razón, Pabbie aportaba ciertas piezas del rompecabezas que antes Jack no podía encajar. – Más que nunca. Congela cosas sin importarle siquiera. ¿No se da cuenta que espanta a la gente así? Pero espera, –  se frenó; guardó lo peor para el final. – debes oír esto. Parece que Elsa ya no me conoce. En el pasillo del palacio me vio y actuó a la defensiva. Le dije quién soy y parece que eso no encendió ninguna luz en su cabeza. ¡¿Entiendes eso?!

–Bueno, te dije que cualquier cosa podría suceder. Debe ser alguna especie de amnesia temporal– intentó calmarle, pero Jack no demoró en detonar.

–¡Pero recuerda la maldita boda de su hermana y no a mí! – amplió sus brazos desbaratadamente. – ¿Qué significa, eh? ¡¿Qué no le importo una mierda, eso es?!

–¡Jack, Jack, cálmate! – Pabbie arrulló el aire con sus manos. – No fui yo quien le lanzó la profecía, recuérdalo. Simplemente sucedió, las consecuencias tampoco están a nuestro alcance.

–¡Quiero hablar con el maldito universo, entonces, y decirle lo que pienso al respecto!– masculló.

–Déjate de disparates. – a veces, al pacífico troll también se le desafinaban las cuerdas aunque siga siendo menos descortés que el otro. El diálogo de pronto se volvió una disputa entre gritos moderados e histéricos. – No se puede revertir, y tampoco sé cómo llegar a la raíz del problema. ¡Desearía saberlo todo, Jack, pero no es así! Debes calmarte, o esto no funcionará.

–¡Claro que este maldito plan no funcionará si no me recuerda!  – dijo enajenado. – ¿No vez que puedo simplemente darme la vuelta, y hacer que nada de esto sucedió? ¡¿Justo como ella está haciendo conmigo?!

–¿Lo harías, Jack? – atajó. –  ¿Realmente lo harías? No creo que seas de los que lo abandonan todo y pueden subsistir con tal mentalidad, seguir con sus vidas.–

–Pruébame. – su mirada exhalaba desafío.

–Así como tampoco creo que lo vayas a hacer. – Jack cerró la mandíbula. El troll leyó más profundo en el joven;  podía entender su rebeldía. –  Lo que dices ahora es producto de lo incierto. No dejarías a, si no me equivoco, la única mujer que tocó tu corazón por un infortunio. Sabes que esto no es culpa de la chica, y aun así entras en pánico. ¿De dónde salió toda esta cobardía?

–¡No soy cobarde! – contraatacó con el volumen de su voz al máximo, que descendió hasta ser por poco un hilillo. – Pero no puedo hacerlo. – la tartamudez en sus palabras horripilaba a sus propios oídos. Se sentía  desmoronarse en cualquier instante.

–¿Tienes miedo? ¿Eso es? – el anciano enterraba el dedo en la llaga y lo sabía.

–¡No sabes lo que es esto! ¿Alguna vez lo has perdido todo? – sus gritos se incrementaban de nuevo. – ¿Has perdido a tu maldita novia aunque siga “existiendo”? ¡Y que encima tiene amnesia!

–No, pero–

–Entonces no sabes lo que se siente. – le cortó, sintiendo una irritante picazón en los ojos y sabor amargo en la boca. – Y no soy ningún puto cobarde. He dicho que lo haría, ¿no es así? La voy a ayudar, ¡es lo que estoy haciendo, joder!

–Tienes razón, no lo sé. – su frente cayó vencida. Había apaleado hasta el límite el orgullo del muchacho. – Lamento haberlo dicho, me equivoqué.

–Sí, lo hiciste. – le dio una última mirada amarga antes de girarse.

–Espera, Jack. No te vayas; aún queda este tema por resolver. – señaló los papeles en su mano.

–Si se va, la seguiré. – sentenció sobre su hombro en el aire. Si tan solo Pabbie pudiese ver su cara de pocos amigos y sentir el filo de sus palabras… – Pero no pienses que volveré a ti para contarte de los avances. Lo haré solo de ahora en adelante.

–¡Ja–

Jack no lidiará con más mierda de nadie. Enmudeciendo sus oídos, dejó detrás al troll en su mugrosa tierra y regresó al Reino con el viento y las luces del alba en el rostro.


Ya no puedo más.

La chica que parecía irrompible, se rompió. La chica que nunca paraba de intentar, finalmente de rindió. Dejé caer la máscara falsa mientras una lágrima recorría mi mejilla y murmuré para mi misma, “Ya no puedo hacerlo más.” La noche anterior me convertí en uno con lo que rondaba en mi cabeza. Lo dejé reposar dentro de mí, sin defensa en absoluto. Esa noche decidí que no iba a dejarlo ganar, porque me le uní. A lo que sea que fuese, a lo invisible que me ofrecía su amistad.

Ya no me asecharía. Pero… ¿qué sería de mí?

Desperté en la cama, no sobre de los papeles como recordaba lejanamente. ¿Cómo narices había llegado yo allí?

Pudo haber sido Anna, una sirvienta, Alfred o hasta yo misma quien me dejó reposando en el imperioso lecho. Qué más daba, había cosas más significativas en cuestión.

Hoy todo acabaría. O comenzaría. 

No me accedí a llorar frente al espejo por más que lo deseara. No quería mostrarme débil… Encendí el fuego de la chimenea y destruí la evidencia de los intentos previos a las cartas primordiales. Metí estas en un sobre y las dejé reposar en el tocador. La corona exigía con su mirada  filosa desfilar en mi cabeza. Me alejé para buscar un atuendo.

Mi humor estaba distinto,  algo más sereno y como para usar otro tipo de ropa. ¿Por qué tenía que usar ropas elegidas, y no lo que yo podía crear? ¿Algo verdaderamente mío, algo que fuese yo? Al diablo el ropero. Sabía que la doncella tampoco se presentaría, así que armé mi viejo vestido de hielo frente al espejo. Había algo reconfortante en verme así. El modelo siempre era el mismo pero no menos atractivo a los ojos. Las voces en mi cabeza ya no gritaban sino aplaudían mi nueva apariencia.

Pensé en ir a buscar a Anna pero… ¿seguiría molesta conmigo por lo de la biblioteca? Espera, ya me había perdonado, ¿no? Me esforcé por recordar el día anterior, pero nada…

Ya que; un nuevo día se alzaba frente a mí, pero sin la emoción que debería presentar, sino algo que estremecía mis tripas. Si tenía que ver a Anna sería antes de partir; sería ahora mismo. Tomé una de las cartas, dejando la otra abierta ante el espejo y salí de mi habitación. Me sentí nerviosa ni bien puse un pie fuera, lo cual me hizo dudar de mi decisión.

No había nadie a la vista. Deambulé unos pasos en busca de alguien. El más fiel y creo que viejo de todos los sirvientes estaba al alcance de la mano, parado frente a una ventana.

–¡Alfred! – le llamé.

–Su Majestad. –se volteó al oírme y reverenció obstruyendo la vista de la ventana. Por un instante fugaz recorrió sus ojos en mí, pero encubrió la reacción casi a la perfección. –Luce muy bien hoy. Se ve… diferente.

Por alguna razón, podía decir que me sentí ofendida por el cumplido. No me malinterpreten, el peliblanco era un honesto hombre, pero ¿acaso era tan extraño verme vistiendo prendas que quiero? ¿Por qué tiene que ser eso algo de asombro?

–Gracias, Alfred. ¿Has visto a Anna?

–No, Majestad. – respondió con su apacible acento forastero, irguiendo la espalda. – ¿Quiere que le vaya a buscar?

–No, está bien. La buscaré por mi cuenta.

–Me parece que sigue en su recámara. – se balanceó sobre sus talones. – ¿Precisa que le entregue esa carta o...? –

–Alfred…  – aguardé y agudicé el oído. – ¿Qué es ese ruido?

Parecía que Alfred temía a que preguntase. Su rostro siempre reservado, desvalijó esta vez desasosiego, angustia.

–Creo que Alteza  tiene que ver algo. – se movió unos pasos para dejarme ver por la ventana. Su desolación era acertada.

–¿Qué está pasando? –  me ocupé de que mi voz apenas flanqueara. Tras el vidrio, se veía casi la mitad del Reino congregado en la plaza principal del palacio, haciendo un escándalo con antorchas,  panfletos, banderas y piedras en las manos.

–Esos son trabajadores. – me giré a verlo con fiereza  y sorpresa que no interpretó. – Están manifestándose, dicen que ni siquiera tienen para comprar alimentos. Muchos están en situación de calle–

–¡¿Y para eso deben armar tal revuelo?! – sugerí retórica.

–Mi Señora, debe entender–

–¡Están por destrozar el palacio, Alfred! ¡No es forma de manifestarse! ¿C–Cómo es esto posible? ¡Es inaudito! Mandé a hacer negociaciones con el ministro, si no ha hecho nada por el momento no es mi culpa. ¿Cómo se atreven?

–Estoy seguro de que usted conocía su situación, pero se ve que es más extrema de lo que parecía. De todas formas, no acudirán al ministro sino a usted. Es la Reina quien se ocupa de estas cosas, si me permite decirlo.

– ¿Insinúas que no estoy haciendo bien mi trabajo? – le fulminé con la mirada y un tono agudo que no había usado en mucho tiempo. Alfred se removió en su lugar pestañando unas cuantas veces..

–Jamás, Su Alteza.  – se le notaba un poco turbado por mi reacción. “Un poco” para Alfred es casi inexistente en la escala del uno al diez de preocupación. Nunca lo demostraría. – Pero estas personas están desesperadas. Solo buscan una solución. – siguió sosegado.

–¿Sí? Pero esta no es manera, deberían pedir audiencia. ¿Acaso yo voy hasta sus casas a armar un disturbio? ¡¿Huh?!

–Lo han intentado, Mi Señora. Pero no se les ha hecho caso por ser de la parte más baja de la sociedad.

¿Y eso qué tenía que ver?

–¿Cómo es que sabes tanto, Alfred?

–Conozco gente del rubro. – me miró por un instante. – ¿Le estoy ofendiendo, Madame? Lo lamento, no es mi intención. Solo quería que estuviese… informada de la realidad. Como sé que sabe lo que ha pasado con el reinado que perdió su monarquía no hace mucho por causas similares…

Sí, el mundo entero estaba al tanto. Pero eso no le pasaría a Arendelle ni siquiera sobre mi cadáver.

–Sáquenlos. Antes de que destruyan mi palacio.

–Alteza–

–Es una orden, Alfred. Manda al capitán a que los saquen y procuren que esto jamás se repita.

–Sí, Alteza. – asintió. – Pero… ¿no se le dará alguna compensación? Esta gente solo reclama por ayuda, no quieren perturbarla a usted.

Pues  ya lo han hecho.

–… Bien.  – dejé que el hervor de mis venas se enfriara un pelín. – Dígales que se comuniquen con el ministro, y sino con el consejo. Y avíseles a estos que preparen una solución si no quieren perder sus puestos. – declaré. – Oh, y… que se la entreguen a la princesa.

–¿A usted no?

–Solo hazlo, Alfred.

–Como guste.

Observé tras el vidrio la mancha de personas desconcertadas, imaginándolas como se sentirían con la pronta noticia. Furiosos, me atreví a pensar. Anna no ha tenido experiencia como gobernante, pero espero que pueda desenvolver este problema como se debe. Porque ya no es mío.

Los zapatos de Alfred ya no se resonaban en el pasillo por lo que di tres pasos en sentido al cuarto de Anna, cuando en el segundo paso entró la cobardía a corroer mis huesos. La seguridad que había ganado desde que desperté hasta ahora no servía ante el miedo que sentía. Mis manos temblaron cortamente. Las dolorosas consecuencias me cegaban justo en el peor momento.

No podía escaparme así como si nada. ¿Dónde estaban mis responsabilidades, mi compromiso? ¿Dónde quedaba Anna en la escena?  ¿Por qué nada de esto me importaba sino que generaba algo… algo… de temor? Una fobia, pánico. Comencé a sentir calor tras mi nuca y en mi frente pero no en mis manos.

¿Debería quedarme?  La pregunta simplemente me daba ganas de gritar.

Corrí sobre mis pasos y me encerré, dando un  porrazo con la puerta de mi habitación como una cobarde. Ni bien comenzaba el día y ya tenía un ataque. No podía resistir el peso de mi elección. No era necesario verlo para saber que la  puerta en la que reposé mi espalda estaba cubriéndose en hielo.

¿Dónde está la fuerza cuando se necesita?

Abracé mis piernas, sentada en el suelo y escondí los ojos en mis rodillas. Sé fuerte, sé fuerte, me repetí una y otra vez, y lo haría hasta que las palabras cobraran sentido. No hay de qué temer.

Me perdí el último desayuno entre estas miles de paredes del palacio, también el almuerzo y en unas horas la cena. Naturalmente, fue Anna la que vino en busca de mí porque yo no era lo justamente estable para enfrentarla. Lo cual podría llegar a arruinar el plan.

–¿Elsa, estás ahí? – se oyó tras la madera. Brinqué del suelo, mis tímpanos zumbaban. Marchité todo intento de temblor en mis manos,  respiré hondo y alcancé la perilla. Sé fuerte. – ¡Oh, Elsa, al fin te encuentro! He estado recorriendo el pueblo en busca de los arreglos de flores perfectos para la boda y adivina qué encontré… ¿Eso es una maleta? – señaló sobre mi cama tras mi espalda.

–Sí. – fui hasta mi tocador en busca de nada en particular, mi mirada serena. De algún modo u otro era capaz de mantenerme infiel a mis miedos. Tangible, inalterable. Era como mentir, pero en un nivel más avanzado; casi me creía mis palabras, haciéndolas sonar verdaderas. Algo que nunca había sido capaz de dominar hasta ahora, y que no creí fuese… tan eficaz.

–Oh. ¿Te vas de viaje?

–A sí es. – no entré en detalles. A ver hasta dónde podía llegar con mi nuevo poder; arrastrando la mentira hasta que fuese indudable.

–¿Y a dónde? ¿Por qué no me lo has dicho? – de nuevo, su sonrisa se disipaba al acercarse a mí. ¿Debería sentirme herida? De hacerlo, podría arruinar la farsa. Su voz me trajo a la realidad.  – ¿Elsa?

Mordí mi lengua, y le tendí la primera carta abierta, la que recibí.

–¿Y esto? – dijo antes de comenzar a leerla.

–Me ha llegado esta mañana. Dice que es de suma urgencia y mi presencia es necesaria. – fingí poner algunos libros y plumas en la mediana maleta.

–Ohhhh… – Anna había caído en la red. – Mhm, nunca había oído de este Reino.

–Es… Es un Reino del Lejano Oriente. – le miré a los ojos. – Arendelle ha tenido pactos con el mismo desde antes de qué naciéramos. No te preocupes, Anna. Es solo una llamada real.

–Ya. –destensó los hombros. –Pero entonces, ¿Cuándo volverás? ¿Tardarás mucho?

–Unas semanas, estimo.

– ¿¡Semanas!?

–Anna, – tomé sus manos. Pude notar que se incomodó un poco, las debí de tener heladas. La liberé con suavidad como mi tono de voz. – te prometo que estaré bien. No te preocupes…

–¿Y–

–Sí, volveré antes de la boda.

–Es en un mes. ¿Lo juras, verdad?

Vamos, podía extender la mentira por unos minutos más…

–Lo juro.

Anna me envolvió en un resuelto y prolongado abrazo. Noté algunas gotitas cayendo en la curva de mi cuello.

–Te extrañaré.

–Y yo… – la alejé de mí con cuidado. – Ahora déjame terminar de empacar; el barco zarpa al caer el Sol.

–Te pediré un carruaje hasta el puerto. – parecía que se le acababa de ocurrir otra de sus brillantes ideas. – ¡Si quieres puedo despedirte allí!

–No, no será necesario. Ya he pedido uno y además, tienes cosas que hacer por el tiempo en que no esté. – mi respuesta la desanimó, ¿pero qué podía hacer yo? Le entregué la otra carta cerrada. – Toma, he dejado esto para que le muestres al Reino, a los ministros y consejeros. Solo tú y yo sabemos hasta ahora de este viaje de urgencia, así que tú serás la que de la noticia. Confío en que lo harás bien.

Vete. Vete. Vete.

La acompañé a la salida lo antes posible. Anna no había podido pronunciar palabra alguna desde que sujetó la carta. Cerré la puerta sin mirarla. Ahora solo quedaba a que el Sol se pusiese.

Las ocho en punto, de nuevo estaba alterada. El Sol ya casi desaparecía. Había pasado el tiempo desmenuzándome del dolor por hacer esto, por irme como si intentase avanzar con una bestia mordiéndome la pierna. Solía ocurrir que pensaba en que quedarme era lo correcto, pero al final, sabía que no era así. Era normal que frente al espejo ya no reconociese a esa mujer  que no pertenecía, de ojos apagados y vestiduras oscuras para camuflarse en la noche. Pero esa era yo, al juzgar por como imitaba mis movimientos, por como pensábamos.

Era yo.

Ajusté mi capa y oculté mi rostro en la fosca tela, nadie me reconocería. Con las manos desnudas y mi suerte a mi lado, abrí la puerta con elaborado cuidado. Mi presión aumentaba. En el último vistazo al lugar que no pensaba volver a pisar, mis ojos se cruzaron con aquella corona en el tocador. La tomé en menos de un segundo y me escabullí fuera de la habitación. Oí unos pasos a lo lejos, golpes detrás de mí, pero no dejé de avanzar. Rodeando y deslizándome por los pasillos y escaleras que sabía eran menos recorridos, divisé una salida desapercibida al final del extendido corredor de la planta baja. No podría irme por la puerta principal porque la plaza estaba custodiada por cientos de guardias, sobre todo luego de que di las órdenes al capitán por las protestas tempranas. Solo esperaba no cruzarme con ninguno… O no sabría que podría pasar.

No quise revolver más en esa idea, corrí como la sombra de un fantasma, burlando la mirada de unos cuantos soldados, con cada paso hacia la libertad. Ya podía soñar con dejar de sentir esta pesadez en mí que me guiaba a donde estaba yendo. Nuevos pasillos atravesaban ese corredor, a diestra y siniestra. De cualquier lado podría aparecer un soldado o más. Me faltaba el aire más de lo que creía, la vista se me nublaba y me sentía algo enferma. Mis pies de a ratos tropezaban con las alfombras a oscuras y mis manos volvían a temblar. De pronto, una nueva controversia  generaba ganas de llorar y dejar de lado esta huida. Abrazar a mi hermana, y que me dijera que todo estaría bien, que no hay nada malo en mí. Pero sé que no era cierto.

Debía irme.

Por fin, las grandes columnas, decoradas con armaduras tiesas,  me ocultaban. La salida estaba a unos metros, cercana a un alto ventanal. Solo dos pasillos lo traspasaban. Si seguía por ese camino, encontraría los muros donde acababa el palacio y luego la escapatoria al mar. Caminé unos pasos sujetada a una pared. Una luz acompañada del tintineo de una armadura pasó frente a mí. Salté con cautela tras una cortina y las sombras me ocultaron del guardia en turno. Estuvo cerca, suspiré con el corazón galopante. Si me atrapasen… No podía dejar que lo hiciesen…

–¿Señora? – esa voz… Oh, no. – ¿Pero qué está haciendo usted aquí a estas horas? ¿Y sola?

Alfred me escudriñaba, acorralada por la luz de su lámpara junto a otros dos uniformados. Mi capucha cayó, develando el brillo de la corona y la palidez extrema de mi piel. No tenía explicación, ni salida. Me habían pillado. Su frente se arrugaba progresivamente, enseñando el paso de sus años en ella. Y la duda, la aprensión, la acusación… Me estaban matando.

No podía dejar que me atrapasen.

Sentí mi ceño fruncir, la sangre volver a mi cara. Ni un pestañeo; mis manos se abrieron apuntando hacia abajo, en donde floreció  hielo de la pulida madera. Aprecié el delicioso ardor en las venas. Fue tan rápido, tan sobrecargado de carácter, que los tres hombres no se lo vieron venir cuando innumerables y afilados picos de hielo los apuntaban por todas partes; aguijoneaban y clavaban sus músculos, sus gargantas, sus pechos. Y esos crecían y crecían como sus alaridos. Yo no parecía ser partícipe de esa escena, era ajena a las acciones de mis manos, los latidos de mi corazón. Tal era el aturdimiento que no pude reaccionar frente a los gritos de sus ojos nublados. Aullidos de terror. Por mí.

No ordené a los picos que dejaran de crecer. No podía. Cuando la sangre empezó a brotar del cuerpo suplicante y atónito de Alfred, miré a otro lado y mis pies me siguieron lejos de allí. Salí por la puerta reteniendo esa película imposible de mí hiriendo gente. De esa gente temiendo por mí. Del poder ilícito que tenía sobre ellos. Del sabor en mi boca que retuve en la lengua. Sabía a metal dulce, algún tipo de toxina… Sabía extrañamente exquisito.

Antes de saberlo, ya estaba en el final de las escaleras, ante la brisa nocturna y el bote moviéndose en las aguas. Tras los ladrillos a mi espalda, los gritos de los hombres casi ni se oían. No supe si por la lejanía o por si… Los había matado. Aferrándome a la sensación de ese pensamiento, no sabiendo si era algo de qué temer o alterarme, caminé por el barro y me senté en el pequeño bote. Entonces me di cuenta. En cuanto hallasen a los tres hombres – sea cual fuese su estado– verían el hielo y sabrían quién estuvo al frente de ello. Parada en la precaria embarcación, las paredes y la puerta siendo mi testigo, me concentré en que los picos descendiesen a mi orden, aunque sin poder verlo. No estaba segura que funcionase, pero tendría suerte si los hallaran cuando el Sol se ponga para que se derritan. O tendré un ejército a mis talones en cualquier momento.

Si es que me encuentran, pensé con una mueca.

Tomé los remos y me abrí paso por el silencioso piélago.

–¡Hey! ¡Hombres caídos, hombres caídos!

Miré, sin frenar, el lugar de donde provenían los gritos. Los habían encontrado; una decena de luces y más gritos aparecían tras la ventana donde me habían hallado. Dejé los cantos de victoria para otro momento, no se había terminado aún. Me faltaba demasiado para llegar a la otra costa, y a la velocidad que iba, si se daban cuenta que hui por mar, los soldados podrían alcanzarme.

–¡Por allí! – gritó uno.

No eran tan ignorantes como creí.

Las luces ahora salían por la puerta. Para entonces, ya debían saber que la Reina acababa de asesinar a tres hombres. Con tan solo pensar en los problemas que traerán los hechos… hacía más necesario mi escape. Remé con más fibra, mi cuello dependía de ello.

–¿Ve algo, capitán? – oí que preguntaba una voz joven a mi espalda. Faltaba menos.

–Nada, cabo. – estiraba lo más que podía su brazo para alumbrar el mar, pero la mancha oscura que creyó ver se entrometía con la lobreguez de los fiordos. – No creo que haya ido por aquí. ¡Ustedes, – dijo, autoritario, a los otros cinco guardias. – diríjanse a la puerta principal, alerten a todos que ha habido un atentado! ¡Y maximicen la seguridad de Sus Majestades!

–¡Señor, sí, señor!

Remé con más fuerza, mis brazos dolían.

–¡Señor, mire: las aguas se mueven! –volvió a hablar el joven. – ¡El culpable debe estar huyendo por allí!

–¡Le he dicho que no hay nada, debe ser solo la brisa o algún gran pescado, cabo! – repuso molesto el jefe a las sugerencias del cabo. – Las órdenes las doy yo, y he dicho que vaya a la puerta principal ahora mismo. ¡Así que saca tu trasero de aquí antes de que lo haga yo a patadas y has lo que te digo que estamos en una alerta roja!

–Señor, sí mi señor.

Elsa no pudo oír más de las conversaciones y los gritos. Solo continuaba halando. No vio cómo las luces del palacio entero se encendían en alerta. Ni como una figura se dibujaba sobre las aguas y deambulaba sobre su cabeza. No sentía ya las manos, las lágrimas que le caían, no oía el bote chocar con tierra u oler los pinos. No supo que sus pisadas  avanzaban por la densa arboleda, que las ramas abrían tajos en su piel al pasar. Tropezaba, caía y se levantaba irreflexivamente, como si algo hubiese tomado el control y ella siguiera pasajera en su cuerpo. No sentía las horas ni la diferencia al pisar y hundirse en una nueva y suave superficie. Tampoco la falta de oxígeno. Solo supo que en un momento, la vista se volvió completamente oscura sin siquiera cerrar los ojos.

Y no supo nada más.

Fin del capítulo 5




Nota de la autora: 

Debo concluir este capítulo disculpándome con muchos de ustedes que aún leen este blog por no haber escrito en semanas. Me siento muy mal por ello.

La buena noticia es que termino las clases la semana que viene y soy libre para volver a la regularidad de mi escritura. 

Tal vez tardé demasiado porque estaba bloqueada y aprendí un nuevo e importante procedimiento: editar. Lo cual me lleva más tiempo de lo que debería al escribir y corregir luego (que antes no hacía, mal por mí), pero al final acabo complacida con los resultados.

Solo espero estar dándoles lo mejor de mí.

¡Espero hayan disfrutado, y sintonicen el blog pronto porque el nuevo capítulo acaba de entrar al horno! No estoy segura qué signifique ello, pero, p.d: lo estoy escribiendo.

Una última cosa para la jovencita que ha hecho comentarios "ofensivos" en el último cap: gracias, querida, me has dado algo con qué reírme por un rato. 

Saludos.



18 comentarios:

  1. mi querida britanny te pido una disculpa de parte de Lucia ella es bueno era mi amiga no te preocupes no volvera a tu pagina a molestarte y por sierto cuando leyo lo que escribiste se murio de coraje sabes hisiste bien en hacer lo que hiciste gente como esa no tiene cultura.Y te has de preguntar como me insulto si es mi amiga pues ya ves lo que hacen las amigas a tus espaldas te pido una sincera disculpa por parte de Lucia porque ya no quiso dar la cara bueno dar las palabras y no te preocupes la castigaron y le proibieron volver a esta pagina una disculpa ATT. ANA SALUDOSSSSSSSSSSSSSS PSS. ME acabo de curar y ya estoy enferma de nuevo jajajajaaaa bueno bye

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    1. Gracias Ana por la aclaración, que bueno que te hayas recuperado. Saludos querida!

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    2. Gracias y también gracias por disculparla pues ella era mi mejor amiga
      ;( pero bueno besos y abrazos Ana aa y feliz navidad

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  2. Pues Britanny me as dejado en suspenso con este capitulo solo te pido un favor x favor as q jack salga mas en los capítulos

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    1. Me esforzaré en ello, gracias por tu comentario. Saludos! ;)

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  3. Hola saludos brittanny soy una gran admiradora de tu fandom, yo tengo una historia jelsa que quiero subir en wattpad pero nose si realmente esta bien, y como tu tienes gran experiencia respecto al tema, quisiera pedirte que me asesores en cuanto a eso, decirme que falta, si estoy reflejando bien en la lectura los sentimientos de los personajes, ect .Por favor espero tu respuesta,(No te estoy exigiendo u obligando ni nada que se le parezca, solo quiero una opinion con tu experiencia y conocimientos, creo que eso le vendría bien mi historia.) bueno, hasta que te vuelva a escribir :-P.

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    1. Mándame tu historia a mi mail britannylloyd@hotmail.com y con gusto te aconsejo. Adoro que los escritores se animen a abrir sus alas y se perfeccionen con el tiempo. Saludos

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  4. hola Britt, como estas? hace mucho no comento sobre tu historia pero cabe decir que es maravillosa, de eso no hay dudas, lamento no haber comentado antes pero, no tenia tiempo, por los temas de la escuela y todo eso, pero ahora comentare cada vez que publiques te lo prometo, tambien creo que jack deberia aparecer mas seguido, NO te ofendas y NO le prestes atencion a aquellos comentarios que te hacen daño de alguna forma, por que el que lo escribe talvez no tiene conciencia de lo que hace, no cambies tu forma de escribir, sienpre tendras mi apoyo en lo que sea al igual que anna, la cual ya me encariñe con ella ,saludos, besos y abrazos Cande XD

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    1. Hola, Cande. Gracias por comentar. No te preocupes, no me molesta. También estuve ocupada, es entendible ;) Gracias por el apoyo lo aprecio mucho ♥ Saludos! Y nos vemos!

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    2. Gracias querida no sabes cuanto me has hecho sonrrojar yo también te tengo aprecio querida todos las que están aquí les tengo aprecio pero tu erescla primera que me habla y me alegro mucho hasta me has hecho llorar ;)
      Gracias querida y feliz navidad besos y abrazos Ana

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    3. Solo una cosa mi nombre es Ana karen con una sola n querida :-) :-! :-$ jaajajajaja no te creas puedes llamarme como plascas solo quería mostrarte ese punto saludosss besos y abrazossss ANA

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  5. soy any ola queridas no saben cuanto las eh extrañado miren estoy aqui solo por una cosa ...... despedirme de ustedes... lo siento pero todo este tiempo yo eh estado aqui y me eh puesto nombres falsos como cami se que es malo hacer eso pero ya no me dejan ablar con ustedes por eso les pido que si me quieren decir algo sea por aqui y no digan nada de esto por el cuadrito solo queria depedirme de ustedes las quiero mucho a las dos saben me duele hacer esto pero ni modo las quiero recuerdenlo solo les comentare en sus cumpleaños navidad y año nuevo y talvez en hallowen las quiero mucho mucho mucho ustedes llenaron un vacio que yo tenia..... miren antes de irme queria decirles lo que me a pasado estos ultimos meses.... pues cande lo de beny le dije que no queria ser su novia porque jugo conmigo yy bueno ahora en estos meses ya lo olvide ya a una de mis amigas le gusta pero a mi el que ahora me gusta es emiliano lo siento pero me enamore locamente de el yyyy tambien me paso de que una amiga me rompio el corazon y ahora finge ser mi amiga pero se que solo tengo una mejor amiga y una hermana cande te extraño mucho tambien a ti dulce sin ustedes ya no quiero ir a la secudaria y ya no veo setido a muchas cosas solo se que cuento con su cariño y eso me da una esperanza de que volveremos a hablar bueno nose que mas decirles solo que se cuiden y que nos volveremos a hablar y espero que escuchen las nueva canciones de CD9 y por ultimo estoy escribiendo yo una historia de... CD9 bueno solo eso queria decirles recuerden que no deben cometar nada de esto por el cuadrito donde hablabamos si quieren que les diga algo sera por aqui pero recuerden que ya no voy a poder hablar a si que contestare sus comentarios los que pueda recuerden que no les digo adios sino hasta pronto las quiero......... cuidense

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    1. Querida hermanita:
      No sabes cuanto te eh extrañado! me moría esperando una respuesta tuya pero nunca llegó!, quería saber que pasó con Beny, que era de tu vida, si estas bien o mal, si alguien alegraba tus días, o estabas triste, para que yo pueda consolarte, pero nada de eso llego, aveces, pensaba que ya te habias olvidado de mi, de Dulce, pero luego, recordaba, ella no es capaz de hacer eso, pasaron dias, meses, y nada, no tenia a quien contarle, lo que me sucedió durante estos ultimos meses, a quien contarle mis alegrias y penas, contarle las locuras que cometo, entre otras cosas, sobre lo de CD9 siempre estoy al tanto de lo que hacen, su album Evolution, lo del #CD9GUINESSWORLDRECORDS, entre otras cosas más, si te iras quiero que sepas que TE QUIERO!, y que te estaré esperando con ansias tu regreso, eres una gran chica, la mejor amiga/hermana que tuve en mi vida, sé feliz y no permitas que nadie te haga daño, seguro tu historia será fantastica, y...pues eso es todo TE QUIERO! besos TU QUERIDA HERMANA KND!

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    2. Por cierto, feliz Día a todas las madres Mexicanas de mi parte!

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    3. Gracias quierida hermana recuerda que siempre te EH tenido en mi corazón y este no es el final yo lo prometo

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  6. espero con muchas ansias sus repuestas y solo una pregunta antes de irme cual es su placer culposo osea algo que les gusta pero no lo pueden hacer y siente culpa any y tambien queria decirles lo de arriba por si aparece una haker diciendo mi nombre yo ya les dije que dia voy a ablar con ustedes ok bueno pero voy a hacer una excepcion estos dias que voy a contestarles su comentario pero nada mas

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