miércoles, 2 de septiembre de 2015

Prólogo



Prólogo



Todo empezó como muchas historias, en la biblioteca. El palacio era lo suficientemente grande para abarcar dos de ellas, pero solo había una en la que Elsa prefería encerrarse y pasar horas leyendo tomos de las pulidas estanterías. Elsa había pasado la noche desvelada, tendida en su cama y sin un sueño por venir. Decidió que no dormiría esa noche de abril también en tanto siguiera sin poder pegar un ojo, con su mente maquinando cosas ya sin sentido siquiera. Se colocó su bata y unas mullidas sandalias y comenzó a andar por los pasillos.

Vientos fríos  y vespertinos soplaban de las ventanas abiertas. El reloj más cercano marcaba casi las doce, el palacio entero debía estar durmiendo al igual que Arendelle a su alrededor. Excepto por esta Reina. Llegó por fin al final del pasillo vacío y dándose cuenta que ningún alma le seguía, giró tranquilamente en el ala este y puso un pie en la alfombra de la biblioteca.

No precisaba luz, ni sus poderes para alumbrar, porque conocía el lugar de cada libro de memoria, sin embargo, sí la necesitaba para leer por su puesto. ¿Pero qué leer? Se podría decir que se había tragado todas las palabras de más de la mitad del centenar de obras expuestas. Tenía tiempo y soledad de sobra para tanta lectura.  Su hermana pocas veces la escoltaba allí o cualquier otro lugar, no por miedo a perder control de sus poderes, sino que ella ya tenía un acompañante de tiempo completo. Kristófolo, o como fuese. Hacía pocos meses que estaban juntos y que todo había vuelto a la solitaria normalidad.

 Así que Elsa pasaba bastante tiempo entre papeleo real que Anna jamás le ayudaba a completar, y sumida en otros universos y otras pieles. Leer a veces era divertido, a veces tedioso. Pero era de lo único que rellenaba su tiempo que le gustaba. Algunas historias había releído tantas veces que ya le aburría. Otras, jamás tocaría.

Esa noche, quería algo nuevo de su sección favorita. Transitó soñolientamente, a paso torpe y arrastrando los pies mientras bostezaba.  Un ruido de libros caídos enigmáticamente le hizo frenar en seco y aguantar la respiración.  Liberó su mano del  lomo de un texto que había ido a alcanzar al azar.

– ¿Huh? – alarmada, entrecerró los ojos para ver en la oscuridad. Un par de ojos verdes la encontraron del otro lado de la habitación, saliendo de detrás de una larga repisa y tropezando con sus pies. –  ¿Anna? ¿Qué haces aquí tan tarde?

– Oh, Elsa. – se encrespó al ser descubierta. – Bueno, te vi caminando sola hasta aquí. Pensé en pasar un tiempo contigo. ¿No te molesta, verdad? – las grandes ojeras bajo sus ojos indicaban que mentía. Seguro había estado esperando la hora en la que Elsa acostumbraba deambular y leer en la biblioteca. Un gesto tan agradable viniendo de la hermana que pocas veces veía no se merecía un sermón.

– ¿Cómo me molestaría? – estiró su mano que Anna sujetó, feliz de haber conseguido su objetivo. – Pensaba leer un rato. ¿Qué te parece?

– ¿Leer? Huh. – bueno, se esperaba algo como una pijamada tardía, tal vez asaltar las lacenas de comida. Pero eso no sonaba mal en tanto no se durmiese a mitad de la lectura. – Se oye genial.

Elsa tiró de ella hacia la amplia sección de sus libros preferidos, los de fantasía y misterio. Cualquiera que Anna tomara de ellos, seguro le gustaría.

– ¿Por qué no eliges tú? – le ofreció.

– ¿El que quiera?

– El que quieras. – asintió.

Contenta por su independencia y sin temor a equivocarse, recorrió con la mirada los lomos. Debían haber más de cien allí, todos nuevos y de colores cálidos. Pero había uno, simple, viejo y corroído de color granate que atrajo su atención. 

– ¿Ese? – Elsa no recordaba haber leído o siquiera visto aquel libro que Anna sujetaba. Debió haberlo pasado por alto.

– Claro. Se llama “Criaturas y leyendas”.  – con una sonrisa, se despatarró sobre uno de los dos sillones estilo rococó. Elsa arrimó el suyo más cerca de ella y tomó el libro para inspeccionarlo. Se encogió de hombros, no era la gran cosa.

– Puede ser entretenido.

Cada capítulo contaba historias de criaturas sobrenaturales  de todas partes del mundo que más de una las hermanas reales sabían que eran ciertas. Elsa leía para ambas de trolls a hadas, duendes, dragones, sirenas, cíclopes, pero sin mucho entusiasmo.  La mayoría eran conocidas y nada emocionantes. Aunque a Anna algunas les parecían atractivas, se salteaban las menos sugestivas como grifos, gárgolas y perros de muchas cabezas. Recorrieron páginas hasta que comenzaban las leyendas.

– ¿Segura no quieres otro libro? – Elsa apartó su mirada de las hojas para encontrar los de su hermana. De verdad que prefería leer alguno de crímenes y detectives, o hasta un diccionario con tal de no seguir con ese bodrio. – Hay como miles y tu vienes a elegir el más raro.

– No, debe haber algo bueno en todo esto. Oye, ¿y esta? – Anna no se daría por vencida tan sencillo. Señaló a la carilla siguiente de la que estaban leyendo en el momento. –  ¿Jack… Frost?

– ¿Frost?

– Sí, ¿no te parece atrayente el nombre? – sonrió ampliamente. –  Tal vez sea, ya sabes, como tú.

– ¿Te refieres con la misma magia? – puso cara extraña.

– Ajá.

– Puede ser. Solo que yo no soy una leyenda, Anna. La mayoría de estas no deben ser reales, sino basadas en creencias de pueblos antiguos. Por algo se llama mitología, son mitos. No existen.

– Aun así, podríamos echarle una ojeada. No perdemos nada…

Elsa se encogió de hombros y suspiró.

– Bien.

“Según la leyenda escandinava popular, Jack es una criatura masculina solitaria quien los vikingos nórdicos han llamado Jokul Frosti. Jack Frost  no recibe su nombre por nada; encarna el frío y cruel invierno pero de una forma que para varios es divertida y emocionante y otras inoportunas. Muchos han aclamado verlo, pero se dice que es invisible ante ojos mortales, como un espíritu que nadie puede tocar o escuchar. A menos que se haya oído de su historia, y desde lo más profundo del corazón, se crea en él. De esa forma, él se materializa ante el creyente.

Se establece que inviste un virtuosismo artístico; es de colarse en las ciudades por la noche y hacer elegantes diseños de escarcha en las ventanas y en las hojas de invierno y hierba. También es retratado como a un joven de mirada fría y fabricante de travesura siniestra, con agraciadas facciones y hermosura hipnótica que sin dudar reflejan la perversidad que esconde, y con una ligera dosis de mal carácter. Aunque básicamente es amable y alegre, Jack Frost, si se le provoca, puede castigar a sus víctimas con un invierno eterno.

A pesar de su soledad perpetua, él vaga por todas partes del mundo, a veces para congelar cosechas enteras y otras para descongelar lagos y privar  a muchos pueblerinos de agua dulce. Si bien se desconoce su origen, de dice que ha estado rondando entre nosotros, en las sombras de un mundo ciego y sin fe, desde el comienzo de los tiempos, engendrado por la Luna y el viento.

Los tiempos relatan…”

Elsa frenó cuando sintió algo húmedo corriendo cuesta abajo por su hombro. Anna roncaba en su oreja y babeaba su  bata sin distinción. La Reina se había sumido tanto en la lectura que no había podido oír cómo su hermana se vencía al sueño.  

Nunca había oído de esa leyenda, pero había algo en particular que le hacía sentirse reflejada en el personaje. Sería la soledad, la magia, la sensación de ser invisible para algunos, pero Elsa se veía esculpida casi a imagen y semejanza de aquel tal Frost.

Pero era solo un cuento.

El anfitrión silencio de la noche era reconfortante. Apagó la vela con que había encendido para leer y colocó una manta que solía usar para las noches frías sobre Anna. Lo mejor sería dejarla en el sofá de la biblioteca; ya había intentado trasladarla dormida una vez y había acabado en el suelo. Besó su frente y se marchó de puntitas. Sin embargo, y por alguna razón que picaba su mente, aún tenía el libro “Criaturas y leyendas” envuelto en sus brazos.

Por segunda vez en la noche, un ruido la asustó. Miró hacia atrás y los costados del pasillo hacia su habitación por lo que pareció ser un golpe en las paredes. Estaba desierto. Debió haber sido una ventana golpeándose abierta por el viento de afuera. No le dio importancia asimismo.

Llegó a su habitación y cerró la puerta con precaución. Se sentó en su mullida y exageradamente enorme cama, encendió una vela y abrió el libro. Para su decepción, este no contaba con más información o detalles de esa leyenda tan… semejante. Solo una pequeña imagen de una sombra indefinida. Un hombre por supuesto, con la expresión traviesa igual como las palabras expresaban. Si bien no era exacta por eso de la invisibilidad, resaltaban en el dibujo unos ojos color cielo anocheciendo y una sonrisa peligrosa que hacía erizar la piel. Demasiado vividora, como si supiera de un secreto que tú no, o peor, tú secreto.

– ¿Pero en qué estoy pensando?

Temiendo que pudiese obsesionarse con ese tipo que ni siquiera debía existir, cerró el libro de un sopetón y lo dejó a los pies de su cama. Lo observó por un tiempo al haberse quedado con las manos libres y sin distracción.  Con menos sueño todavía, se puso a juguetear con su magia.

Era hermoso lo que podía hacer a pesar de las altas horas nocturnas y el cansancio. Las partículas de hielo que brillaban al ser tocadas por luz de Luna se arremolinaban formando cualquier imagen que se le placiera. De Olaf, una rosa, una taza  de té. Pero no de Jack Frost. Porque no sabía cómo lucía por lo que no podía plasmar su imagen. Aunque le gustaría saberlo.

Fue entonces que la ventana de su habitación se abrió de par en par por una fuerte oleada de ventisca. No pensó que fuese tan extrema la situación del clima. No obstante, la rápida formación de escarcha en su ventana le hizo soltar un gritillo que amortiguó con las manos. ¿Cómo podía ser de esa forma? Solo ella podía ser capaz de hacer aparecer escarcha en cristales de la nada. Pero ella no lo estaba haciendo. No podía ser.

A menos que…

¿Crees en mí? Apareció escrito entre las delicadas figuras entrecruzadas de la fina capa de hielo en un cuadro de su ventana. Su estómago dio un revolcón. Era real. Él lo era. Increíble…

– Jack Frost… –  soltó en un suspiro como el aire que se fugaba de su lugar. No supo si lo decía como duda o certeza. Tampoco podía creer lo que sus ojos señalaban. Jack Frost no era una leyenda, o una expresión. Sino que existía. Y estaba hablándole. A ella. Dejando mensajes en su ventana.

Elsa acercó un dedo temeroso a la superficie ahora congelada y escrita. No podía ser.

– Ahem… –  unos dedos fríos tocaron su hombro para llamarla, y una voz aterciopelada carraspeaba a su espalda. No tardó en girar, sino en reaccionar.

Porque allí estaba el Espíritu inclinándose en una reverencia, vestido en azul y pantalones marrones desgastados. No vestía zapatos, y portaba una especie de bastón de madera escarchado detrás de él. Cuando alzó la vista hacia la Reina a la que reverenciaba, sus ojos azulados encontraron otro cielo más claro y abiertos cual bandejas en los de ella.

– My lady… –  Elsa pudo ver cómo su alborotada melena blanca como algodón volvía a su lugar al incorporarse en una forma revuelta pero que encajaba en su aspecto a la perfección. Su rostro era más hermoso que la menesterosa imagen que había visto en el libro, y una burla hacia lo que había pensado que sería (un viejo barbudo, posiblemente, o alguien con nariz ganchuda y escalofriante). Pero su nariz estaba bien. Todo estaba bien. Era guapo, eso no lo podía hacer caber en su rompecabezas mental.

Pero más guapa aún era su sonrisa luego de saludarla con el “my lady”.

Y ese era Jack Frost. En su habitación, saludándola, sonriéndole, mirándola. Debatida entre desmayarse, Elsa dejó que él tomara su mano petrificada de su lugar, se lo llevara a los labios y depositara en el dorso un gélido beso que rompió el nudo que la paralizaba.

– Es un placer conocerte finalmente, Elsa.


Su sonrisa jamás desapareció.



Fin del Prólogo







Nota de la autora:  

Bueno esto ha sido breve y no entraremos en detalle en cómo se enamoran y eso, sino que esta sería la forma en la que se conocieron. El primer capítulo estará más centrado en un tiempo más avanzado cuando estos tórtolos ya están juntos, pero no se asusten, habrá romance y no será un simple salto de la punta de un abismo a otro. Confíen en su fiel escritora.

¡Saludos!


Y recuerden decirme qué les pareció, aunque no hay mucho que rescatar de un corto capítulo. xD Pero es solo la introducción.


¿Alguien ha encontrado alguna relación con una historia ya existente? Se podría decir... ¿un clásico?

8 comentarios:

  1. que bien primer comentario me pareció espectacular cada día mejoras tus descripciones del lugar, reacciones y otras cosas y sigues manteniendo la personalidad de los personajes me encanta que no seas de esas que cambian todo, me gusta y me gusta tu historia tus opciones eran muy interesantes pero sabia que esta seria la elegida porque es algo nuevo.
    valentina

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  2. Wow... Increíble como siempre
    Siempre me sorprendes con tus capítulos
    Esta nueva versión, estoy mas q segura q será un éxito total
    Mis saludos y espero el primer capítulo con ansias

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  3. Wow... Increíble como siempre
    Siempre me sorprendes con tus capítulos
    Esta nueva versión, estoy mas q segura q será un éxito total
    Mis saludos y espero el primer capítulo con ansias

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  4. Todos los escritores Jelsa deberían leer esta historia y aprender de ti!!!!

    No tengo queja alguna 7u7
    Espero ansioso el siguiente cap 7u7

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Bueno yo ya había leído una historia parecida respecto al libro pero tu forma de redactar me gustó más por que en la historia que se parecía los padres de Elsa no les gustaba tanto el libro y Elsa estaba chica y Norte le había traído el libro a Anna y Anna se lo regalo a Elsa el día de su cumpleaños pero la forma en que tu redactar te la historia me gustó más y por supuesto voy a seguir esta historia así como seguí la otra mucho besos y saludos

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  7. hola britt yo tambien estoy haciendo un blog pero aun nose como hacerlo asi como tu me prodrias enseñar porfa

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