Capítulo 4
Esta vez, lo que más le costó fue despertar. Fue como dormir
en un sufrimiento, y despertar en agonía. Por un momento sintió que había
abierto los ojos pero no podía ver otra cosa que negrura. Tal vez el efecto
desapareció, o había sido una extensión del sueño, pero ahora podía ver su
habitación enteramente. La suave luz de un cielo cubierto, el empapelado rosa
mosqueta, la escarcha plateada sobre la cama. Él también podía verlo.
–Oh, no…
No hubo energía para desperezarse; observó, para luego apreciar
la intranquilidad de que había congelado casi toda la superficie de la cama. Repetidamente
sus poderes se salían de control y creía saber dónde provenía la raíz del
problema.
En ella.
Al instante, la doncella de las mañanas entró al cuarto en
el momento más inoportuno. Fue tan rápido que Elsa no pudo decirle que tenía
que tocar antes de invitarse a pasar. La doncella había entrado con una
deslumbrante sonrisa que desapareció como la llama que soplas de una vela. Los
ojos bronce de la muchacha no se posaron en la estupefacción de la Reina, sino
en sus colchas infestadas de hielo, y después ambos rostros compartieron el
espanto de la misma razón.
Esta apenas reverenció y salió por la puerta casi
despavorida, casi perdiendo la compostura. Elsa no perdió ripio de los sollozos
amedrentados del otro lado de la puerta de los pasos que iban a la carrera.
Elsa abrigaba la marea nuevamente; la impertinencia de la
doncella, el temor por lo que vio, por ella, la herida por su reacción y huida
y el descontrol en su interior.
Se alejó de la cama despacio, sin pretender que una brusca fricción
agravara sus circunstancias. No solo ocurrió con su cama. La toalla para el
rostro, el recipiente con agua, su tocador, el cepillo de cabello. Todo se infectaba
con su magia. Eso no fue lo extraño, por otra parte, sino la obstinación ante
el problema.
Lo sintió… normal, natural. Algo familiar que había sucedido
hacía años, por casi toda una vida, resucitaba a estas alturas. La diferencia
en esta ecuación es que en aquel tiempo el descontrol lo juzgaba erróneo,
incorrecto. Y ahora... La magia es así de impredecible. Entonces, ¿a qué
temerle? Pronto pasaría; podría ser que el ciclo lunar o la energía del
universo hacían potenciar su magia, por ello estaba más desatado de lo normal. No hay de qué temer.
Ya había sucedido, por lo que sabía cómo repararlo. Pero por
el momento, no se angustiaría y dejaría los días transcurrir, desasociada de
ello. El remedio está en la calma.
Ignorando los destellos plateados que consumía partes de su
habitación como manchas de tintas, expandiéndose cada vez que ella daba la
espalda, se vistió y con toda la temprana concordia de la mañana se dirigió a
los pasillos, a la puerta blanca.
– ¿Huh? – respondió una soñolienta Anna al tímido llamado.
Cuando reparó en quién era la visita, hizo una mueca. –Oh. ¿Qué quieres, Elsa?
La blonda apartó la punción que le provocaba la dureza de su
pregunta. Impuso la mejor sincera sonrisa de súplica y arrepentimiento que
había estado practicando en el camino.
–Quería pedirte perdón, por lo que pasó ayer.
Anna levantó una ceja. Continúa,
decía su gesto.
–Lo siento tanto. No tengo explicación. – deseaba tomar sus
manos o abrazarla para que su súplica aumentara en valor, pero por precaución
se restringió. – Simplemente no estaba de buen humor, y de verdad no quería
salir. No era nada contigo. Lamento haberte herido.
Inconscientemente, Anna acariciaba del dorso pecoso. Durante
su discurso, no miró a su hermana. Hasta que juntó el coraje para hacerlo, ya
sin una mirada acusadora pero con una diminuta sonrisa torcida. Después de años
separadas dentro de las mismas paredes, no podría vivir mucho sin hacer las
paces.
–Disculpas aceptadas. Lamento haberte insistido tanto,
estabas leyendo y yo te molesté–
–¡Oh, no! Está bien. – negó con las manos suavemente y
sonrió, pensó que debido a la felicidad o el logro. – Debí haber tenido más
paciencia, tú no merecías que te amargue el día.
–Las dos nos perdonamos, entonces.
Elsa aceptó los brazos que Anna le tendía. Sintió sobre su
mejilla la humedad de la baba de su hermana que aún decoraba su rostro, pero no
le dio importancia.
–¿Qué dices si vamos a desayunar? – le invitó la Reina. –
¿Está Kristoff despierto?
–No, aún duerme. Pero yo iré contigo ¡Y de paso, podremos
conversar sobre la boda! – se emocionó casi olvidando que alguna vez estuvo
molesta con ella.
La boda… Elsa lo
había olvidado. No queriendo ser inoportuna, devolvió la sonrisa acompañada por
acertados ojos, como se suponen las sonrisas reales son.
Anna se vistió de prisa y salió de su habitación a encontrar
a su hermana esperándola.
–Ven. – Elsa lamió su pulgar y limpió el recorrido de baba
que hacía una curva de la terminación de su labio a su barbilla. – Ya estás.
–Tienes la mano muy fría, Elsa. – percibió Anna, no sin
antes tomarla para probar su teoría.
–¿De verdad? – plegó el entrecejo, sorprendida. – Oh, debe
ser porque se aproxima el invierno.
Anna soltó la risa y partículas de saliva que intentaba
comprimir con los labios. Elsa olvidó su confusión y se dejó atrapar por la
gracia de lo que Anna acababa de hacer. Se resignó a ser halada, encajada al
brazo de la otra joven.
Para cuanto estuvieron sentadas al lado de la otra como
siempre preferían al estar a solas, con exquisitos platillos enfrente, la
charla comenzó.
–¿Así que… ya tienes pensado el vestido?
–Claro que sí. – colocó sus codos en la mesa y posó su
mentón sobre sus manos entrelazadas. – De hecho, serán dos ceremonias. Olvidé
decírtelo.
–¿Dos? – Elsa elevó las cejas.
–Pues sí. La boda real y la boda al estilo de los trolls.
Kris dice que es menos superficial y más profunda, efectiva, que las bodas
mundanas.
–Mhm. – rodó los ojos desapercibida mientras comía un
pastelito. Anna no lo notó.
–Para la boda en las montañas había pensado usar lo típico:
unas capas de plantas, ramas en la cabeza, flores y eso. – Elsa casi se atraganta
con el bocado. Lo disimuló bastante bien. Anna dulcificó su voz para el
siguiente detalle. – Y para la ceremonia quería usar el vestido que usó mamá
para su boda. ¿Qué opinas?
Un fugaz anhelo por el recuerdo de sus padres le azotó,
dejando una huella rosada que pronto se difuminaría con su propia pálida piel;
Anna también sentía sus ojos brillar con el mismo efecto. La Reina tragó fuertemente y relajó el rostro
con completa ternura. Tomó la mano izquierda de Anna y la encerró entre las
suyas.
–Me parece perfecto. A ella le hubiese encantado verte
vistiéndolo en tu día.
–Igual que contigo. – regaló una cálida muestra de su
dentadura, sus pecosas mejillas ocultando sus ojos.
Elsa palmeó su mano, mirando el mantel y no su mirada, sin
saber qué responder a eso. Primorosamente, le soltó y regresó a erguirse sobre
su taza de té.
–¿Sabes qué…? – carraspeó. Intentó sacar el tema por el que
se dirigía su comentario, pero no obtuvo mucho consentimiento que digamos.
–Sí. – no dejó que concluyera. Tomó un sorbo de su taza.
¿Seré la próxima en la
lista? ¿Me presionarán a mí también para conseguir un marido?
–Oh. – calló, retraída. Sabía que no era un tema que
discutir en plena mañana, uno que a Elsa no le satisfacía en absoluto. Pero
Anna tenía que preguntar, o jamás se enteraría. Elsa podría ser muy reservada a
veces, sin patrón, y qué mejor oportunidad que aprovechar una reconciliación. –
¿Sabes cuándo vendrán los…?
–No. – otro sorbo y
echó los hombros hacia atrás.
–Consejeros. ¿Y… tienes pensado en alguien para…?
–No. – hubo una pausa que acabó con lo monosílabo. – Anna,
sabes que no quiero casarme. Sabes todo lo que preguntaste. Te pido por favor
no lo hagas. No es algo de lo que quiera hablar. – intentó sofocar la mueca que
generalmente surge en sus labios cuando se siente disgustada.
–Está bien. – reparó en cómo Elsa lidiaba por relajar la
parte superior de sus labios para que permanecieran tiesos. Anna mordió el
labio inferior y miró para otro lado que no fuera su hermana. Ella y su lengua
desbocada. – Volviendo al otro tema. Quería pedirte si, si tienes tiempo, me
podrías ayudar a escribir las invitaciones.
Elsa seguía mirando el interior de su taza. La joven
pelirroja se arrimó un poco más hacia ella, para enfrentar y captar los ojos
celestes que no la miraban.
–Tu letra es mejor que la mía. – propuso con una alentadora
risilla.
Y por fin, Elsa se alegró.
–De acuerdo. – la curva de sus labios cerezas se extendía
igual que la de su par. Anna agarró su mano izquierda que sostenía el platillo
de porcelana y la sacudió cual terremoto, casi haciendo que volcase su té. En
ningún momento las risas callaron.
El momento terminó cuando las puertas se abrieron de
empellón. Unos diez hombres con elegantes trajes, papeles y plumas en ambas manos irrumpieron
en el lugar, directo hacia Elsa quien se hundía en su asiento.
Ya están aquí.
– Su Majestad, pedimos su audiencia urgente para discutir de
las noticias del parlamento, el informe diario del Reino y su futuro como
gobernante. Insisto que la necesitamos en este instante y pido disculpas por la
interrupción de su desayuno, Alteza. – proclamó explícito el consejero a la
cabeza, el de nariz ganchuda y mirada severa, vacía. A Elsa se le revolvieron
las tripas. Miró nerviosa a su hermana que le devolvía el sentimiento turbado; tomó aire y encerró sus manos en un puño.
Pequeña escarcha apareció en su vestido, bajo sus manos. Se incorporó rápido
barriendo la escarcha diplomáticamente, acomodó su silla y abandonó desayunando
a Anna.
La Reina caminaba solemne, derecho a su oficina con los
consejeros pululando y hablando a la vez a su alrededor como abejas. Avispas. A
ella no le correspondía manifestar su antipatía con los mismos ni viceversa.
–Mi Señora, los campos produjeron apenas lo suficiente para
sobrevivir este invierno, ¿piensa que debemos acudir al mercado externo en
mayor instancia? –decía uno.
–Me parece bien. Consultaremos con los ministros de economía
al respecto y fomentaremos las actividades agropecuarias internas para que no
vuelva a suceder. ¿Qué más?
–Han habido pequeñas, casi insignificantes manifestaciones
de trabajadores de casi todos los rubros pidiendo un aumento del salario. –dijo
otro vestido en un traje azul marino.
–No queremos futuros problemas. Consúltenlo con el ministro también para ver a qué acuerdo
podemos llegar. ¿Alguna buena
noticia?
–De hecho sí, Excelencia. Las relaciones exteriores con
reinos vecinos no podrían estar mejor.
–Oh, qué alivio. – apenas tuvo tiempo de suspirar. Dejó que
dos caballeros abrieran las puertas de roble e ingresaron ella y el grupo de
hombres siguiendo sus pasos.
Odiaba esos momentos. No el ritual diario con los mismos
hombres y diferentes noticias, era mi deber y estaba acostumbraba. De alguna
forma, hallaba armonía en mi trabajo. Sino que me resultaban desagradables las
interrupciones como esas. Y sobre todo porque estaba al tanto del tema siguiente
a discutir.
–Respecto a la boda, – carraspeó uno que se llamaba Richard
– su Alteza. –
Elsa despojó su cuerpo de todo rastro de pulcra civilidad y
decencia de una Reina frente a esos nobles cuando rodó los ojos y resopló. Fue
tan minúsculo el gesto pero significativo que los consejeros afilaron sus
espadines.
–Le pido no haga eso, mi Señora. – pidió con amable amargura
el consejero a la cabeza. Los otros tomaban notas, dejaban papeles en su
escritorio y señalaban dónde debía ella firmar. – Usted sabía que este día
llegaría, se ha preparado para esto toda su vida y firmado el contrato de
aceptar dicha cláusula cuando asumió su cargo.
–Sí, pero se suponía debo casarme cuando se me plazca.
–Debe entender que no podemos esperar mucho tiempo hasta que
Su Alteza se digne a encontrar marido.
Elsa alzó su vista de los papeles para mirarlo con ponzoña
que no modificaba en nada la impalpable fachada del consejero. ¿Acaso les extraían las almas cuando se
preparaban para ese cargo?
–Ha pasado la mayoría de edad hace un año, Su Majestad. –
comentó el más regordete de los hombres.
–Y su hermana, la princesa, ya tiene planes de boda siendo
más joven que usted. – añadió uno más bajito.
–Conozco en qué posición me pone eso. – respondió la
soberana, elevando su voz desde su asiento pero sin mirar a ningún presente. –
Pero es otra cosa que no entienda el punto.
–Se lo explicaré cuantas veces sea necesario. – el de nariz
ganchuda comenzó a deambular de un lado a otro frente a ella, mirándola de
reojo, como si Elsa fuese el león enjaulado y él el domador. No podría haber
mejor alusión o metáfora que iba al caso. – Usted no puede ser Reina en cuanto
sea su hermana la única desposada, aunque cabe admirar el hecho de que su
prometido no es de la nobleza. La Reina, por lo tanto, no será bienvenida a
ocupar su título mientras permanezca en desventaja. Más si hablamos de futuros
herederos de parte de la princesa. Para solventar su prosperidad en el legado,
como primogénita y heredera de sus padres, se le obliga por consiguiente a
contraer matrimonio de inmediato. Lo dicen las normativas y pilares de nuestro
próspero Reino. ¿Ya comprendió?
–Comprendo. – pero
sigo sin estar de acuerdo.
–Reunimos los perfiles de los treinta y dos postulantes más
oportunos y presentables para el bien del Reino. Y usted, en cierta forma. –
continuó el nariz de gancho. El señor a su izquierda apoyó sobre lo que Elsa
estaba leyendo el registro de los mismos. Elsa lo abrió con sutil aversión,
treinta y dos era una abominación; este contenía fotos, riquezas, ganancias,
expansión de tierras. El listado era largo. – Se le presentará a cada uno en
situaciones múltiples, serán invitados por un lapso definido de días al palacio
donde usted podrá conocerlos y a sus fines en profundidad. Entre ellos están el
Duque de Gales, el Archiduque Austro-Húngaro, el–
–No necesito sus nombres. O títulos. – dado a que no me casaré con ninguno. – ¿En cuantos meses estaré
esperando estas… visitas?
De repente, los hombres se echaron a reír como desquiciados.
–¿Qué es tan gracioso? – frunció el ceño.
El que apenas había emitido una mueca, nariz de gancho,
explicó.
–No serán meses, Alteza. Estarán aquí en menos de una
semana. En cuanto se vaya uno estará disponible el siguiente en la lista. Ese
es el procedimiento.
Elsa golpeó un puño
en su extenso escritorio. Todo rastro de risa quedó enterrado vivo bajo tierra
y el miedo se abría floral al ver la escarcha perlada que se bifurcaba por la
madera pulida y que Elsa no reconocía.
–¡¿Y cuándo pensaron que me dirían esto?! – gritó sintiendo
el descaro hirviendo por sus venas.
–Acabo de hacerlo, Su Alteza. No se altere. – tenía que ser
nariz de gancho, con su descarada fachada insondable. ¿Cómo no alterarse? Pasó de tener poco tiempo a definitivamente
nada; Elsa se ahogaba con la arena en su reloj de cristal y asesinaba con la
mirada a los consejeros.
La mejor venganza, el mejor mal que podría causarles era no
dejarle ver más de su caótico desmán. Verla resurgir del polvo con la dureza de
un diamante. Aclaró la garganta para recomponerse.
–Si eso ha sido todo, caballeros, pueden retirarse.
–De hecho, hay más– se apresuró el bajito con la mejor
intención con la que Elsa no podía contender.
–He dicho que pueden retirarse. – les cortó, agotada su
paciencia.– Déjenme lo que haya que hacer y déjenme a solas.
No hubo titubeo, dejaron la larga pila ante ella, lo más
lejos posible de su alcance y salieron en tiempo récord. Finalmente. Ya no
tenía que oír más de nariz ganchuda ni de nadie más. Elsa, aún fastidiada,
suspiró pesadamente. Se sonrió un poco cuando escuchó las exclamaciones de
estupor detrás de la puerta, de los hombres que admiraban cómo el perillo se
congelaba y huían como ganado.
Con su mente en otra parte, lejos del registro de los
treinta y dos, revisaba y firmaba tratados, arreglos, negocios, autorizaciones,
etcétera. A veces la pluma se congelaba lo suficiente para impedirle escribir y
debía tomar otra sin resignación. Lo dejaba pasar y continuaba. Para cuando terminó con la mitad ya era hora
de almorzar. El escritorio que no había sido descongelado, sino que permaneció
aleatorio por Elsa, hizo saltar a la doncella con la bandeja de comida. Elsa
solo la miró de reojo y agradeció el almuerzo a secas. A su vez, la doncella lo
dejó en una esquina del escritorio y como entró, salió. Concibió el perillo
solidificarse nuevamente a su espalda al salir de la oficina. Hacía un año que
no había vuelto a ver el producto de su terror, objetos de palacio congelados
por la Reina. Ella y todos los sirvientes o guardias tenían razones justas para
estar preocupados y quizás considerar un nuevo empleo.
Jack agarrotó un gritillo, bañando apenas el vidrio con
fresco vaho. Por un descuido, del otro lado de la ventana se dibujó un diminuto
punto congelado, del tamaño de un pulgar. Afortunadamente, los papeles eran más
trascendentes ya que Elsa no movió su vista de ellos y la puerta en vanguardia.
Verla tras el vidrio, plegando el ceño,
era más alarmante que estar en la misma habitación. No es que le temiese,
estaba preocupado.
¿Desde cuándo Elsa no se esforzaba por mantener su magia al
margen? Ella sabía cómo le ponía piel de gallina a cualquier persona con ver
manifestaciones de ese estilo. Los mundanos suelen temerle a la magia,
sobretodo una tan poderosa y peligrosa al mismo tiempo. Pero esta vez no haría
algo para tranquilizarlos. No lo escondería. Se le veía enfrascada en algo más.
Si tuviese la capacidad de atravesar paredes, Jack hubiera podido oír la tensa
conversación con esa bandada de cuervos y saber el quid de la cuestión.
Vio miradas asesinas de ambos bandos, la Reina y los
hombres, papeleo, revoloteo de ojos, golpe en el escritorio y hielo. El
estómago le dio un vuelco; reconocía muy poco de la Elsa que conocía en esas
acciones. El cambio se burlaba en los ojos externos. ¿Debería interferir ahora,
o esperar?
-¿Elsa? – la voz exterior de la oficina hizo que Elsa y Jack
miraran a la puerta, espantando pensamientos. - ¿Puedo pasar? Creo que el
cerrojo… está… - pretendía hacerlo girar. – congelado y atascado…
-Ahora no, Anna. –respondió adusta. - Tengo mucho que hacer.
El cerrojo permaneció sereno.
-Oh, bueno, haberlo dicho antes. – rio nerviosa. – No te
molestaré entonces. Huh… ¿Te veré en la cena?
Elsa suspiró al aire de su propio recinto.
-Sí. – no estaba en el mejor humor para hacerlo. – En cuanto
termine con esto iré.
-Bien. De acuerdo, que así sea. ¡Te estaré esperando! – ¿Qué
le sucedía, se encerraba por la reunión con los consejeros? Anna caminó
pesadamente hasta su habitación. Unos pasos la seguían, posiblemente Kristoff.
Desde ya, Jack Frost no pecaba de ignorancia con que Elsa no iría a cenar. Se excusaría y
concluiría sola en su habitación. En otro tiempo quizás esperándolo a él, ¿pero
ahora? Sabía que había cierta posibilidad de que ella se hubiese olvidado de él,
lo cual creyó devastador. ¿Se acordaba de la boda, de Anna y no de él? ¿Qué tan
poco importante era para Elsa?
Jack alzó la vista, escondido contra el muro de piedra del
palacio y miró las alturas al distante y austero Sol que huye de sus problemas
en cuanto la luz se apaga. Por un momento deseó ser como esa estrella. Podría
ser más sencilla la vida así, pero había un voto sin oficializar con la mujer a
la que le debía el corazón. Debía recordarse a sí mismo las razones para poder
avanzar y no saltar a un lado del camino. Agrega eso a la lista de dificultad.
Elsa arrojó su pluma al piso en un acto de histeria,
temblando. No podría seguir negándolo, posponiéndolo.
Puso en palabras lo que quería callar, así como uno no
impide que las olas lleguen a la costa con tan solo pararse ante ellas. Las
olas te arrastraran, ese es su juego. Como el de las inquietudes. En época de
crisis interna, no hay doctor o cura que te diagnostique y mejore más que uno
mismo. Hay que confrontar al mar.
Estoy bien por un
tiempo. Río, converso, me muevo y como con total normalidad. Detallaba. Pero después algo sucede, como si se apagara
una lámpara y me quedo sola en la oscuridad de mi mente. Y cada vez parezco que
me hundo. Más y más profundo. Y tengo miedo. Miedo de que algún día no
regresaré a los días que pasaron, siento que me quedo sin aire. Pero todos
solamente me miran con ojos confundidos, preguntándose qué me pasa en sus
pequeñas cabecitas y me hace sentir que estoy loca. ¿Dónde está el remedio si no
puedo detener que esto pase?
Había miedo en ella, lo admitiera o no. No quería estar sola
ni ser rechazada, sin embargo se aislaba. No quería sentirse insignificante,
aunque las lágrimas le picasen indicándole que lo era. No quería ser un
fracaso, para su hermana, su pueblo, ella misma. Anhelaba estar bien espiritual
y mentalmente, aunque veía leyendas en su palacio y se desequilibraba la
balanza.
La vi mirarse en el espejo, desmejorando mis aprensiones.
Confeccionaba una radiante sonrisa que moría como insecto. Lloraba desconsolaba
y fallaba en restaurarse. En un contacto de su mano, acalló la imagen del
reflejo con cristalino frío. Lo mismo hizo con la pintura de su padre. Caminó
de un lado al otro, desarmando su bello peinado. Secaba y ahogaba llantos y
gritos con la manga de su vestido. ¿Es que nadie le oía? Arrojó papeles al
suelo para luego devolverlos a su lugar, rendida. Una selecta nevada chispeaba
en una danza desde el techo.
La vi desmoronarse de adentro afuera, y la concebí como una
extraña por segunda vez. La primera había sido el día anterior, cuando negó
conocerme. En ese instante, la imagen de la Elsa que conocía se desvaneció para
dejar a una asustada y defensiva Reina en su lugar que no podía alejar de mi
cabeza. En el presente, parecía no haber lugar para la compostura que solía gobernar
en ella. La pregunta estaba en quién era
ella entonces.
Es oficial, sin dudas ni vueltas, la maldita profecía
funciona y sus consecuencias se hacían valorar en el aire. ¿Pero por cuánto más?
No reparé el desastre de la oficina. Salí dando un portazo, abrigándome
con las luces nocturnas a las corridas. No me desvestí ni lavé el rostro en
cuanto estaba en las cuatro paredes de mi recámara. Solo quería llegar a la
cama, en donde los monstruos no se adentran, y escapar. Si bien a veces no hay
lugar al que ir.
Intenté con todas mis fuerzas mejorar, superarlo y olvidarme
de todo esto que comenzó de la noche a la mañana. No creía que pudiese estar
pasándome, menos a una Reina. Intenté seguir, y pensé que alcanzaría el sitio
de poder decir ‘oh, me estoy sintiendo mucho mejor’, cuando la verdad es que ahora
no podría estar sintiéndome peor.
He llegado a un punto en el que no puedo dormir, no puedo
concentrarme, ni siquiera puedo pensar. Soy un desastre. Me vuelvo insana. Y me
estoy convirtiendo en lo que más me asusta.
Matrimonio, angustia, locura. Hay tanto sufrimiento en mí.
Contengo mi enojo y soledad y los retengo en mi pecho. Me han cambiado en algo
que no quería ser, más allá de todo. Me ha transformado en una persona que no
reconozco; pero no sé cómo soltarla, dejarla
ir.
Jack la tenía en la mira desde lejos preferentemente, respirando
el aire fresco que no entraba en la habitación, aunque pretendiera estar con
ella y abrazarla hasta que dejara de llorar. Por Diosa odiaba ver tales
escenas. A veces las cosas no salen como uno quiere. Sino que toman un giro de
360 calumniados grados.
Elsa saltó de las colchas tiritando, soplando a sus manos
para que se calentasen un poco. Las sentía más frías que nunca.
Congelando lo que tocaba, tomó pluma y papel, y se sentó en
su tocador. Esto no puede seguir así,
pero tenía que hacerlo. Tenía que escribir las cartas y entregarse a la marea,
a la guerra, antes de que estas la consumieran. Debía entregarse, mientras se
le partía el corazón, el brillo de su corona se burlaba, la pluma trenzaba y la
noche consumía.
Y en sus sueños no corrió, ya no se ahogó. Por el contrario,
decidió aceptar el llamado, tomar la mano y dejarse ir, abandonando todo míseramente
a la oscuridad.
Fin del capítulo 4
Nota de la autora:
Lamento la demora muchísimo. Espero no estén enfadados D`:
Este capítulo me resultó verdaderamente depresivo. Fue difícil escribirlo pero es lo que la trama requiere. Veremos para qué son las cartas pronto, pronto mis amigos.
Pregunta del día, es media boba y off the topic, pero realmente quiero saber.
Sospecho que todos ya han visto INTENSAMENTE, ¿no? Sino, ¿qué rayos has hecho con tu vida? Bromeo.
¿Cuál sería entonces la emoción que dominaría, que fuese el jefe en tu cabeza? (En el caso de Ryley sería alegría)
Pienso que en mi mente serían tristeza, alegría y furia, además de que tristeza y furia son mis favoritos. Vale, no sé si se valen tres emociones dominantes, pero no hay leyes que lo definan, ¿okay? Okay.
Creo que son los más fuertes en mí, soy muy alegre sobretodo, además de enojona y algo triste de a ratos, pero para algunos autores y poetas la tristeza es más que requerida para saber de la vida, para experimentar. La tristeza también puede ser sabiduría, profundidad, qué se yo. No sé si me explico bien.
¡Saludos!
OMG Britt, estuvo increíble y, como ya debe ser obvio amo leer, me introduje demasiado en el personaje de Elsa y lo viví de algún modo. No pude comentar en el cap. 3 así que escogería villano, porque son incomprendidos y como he aprendido de mi programa favorito: un villano no nace, se hace. Espero el cap. 4 y que comentes en el cap. 1 de mi historia. BEOS
ResponderEliminarestoy de acuerdo contigo nina saludos y besos ana
Eliminarolle NINA he encontrado tu pagina yupiiiiiiiiiiiiiii lo que pasa es que no puedo comentar porque no tienes el inciso de anonimo y yo como no tengo cuenta ni nada de eso pues dime como puedo hacer para comentarte o si quieres te puedo comentar aqui en el blog de britt o como quieras aaaaaaaaaa y aprovechando me gusto mucho el prologo sigue asi y espero con ansias el capitulo 1 y tu respuesta de como le voy hacer. Con cariño tu amiga ANA espero verte PRONTO SALUDOS ANA PS.contestame cuando puedas PS.estoy enferma y aburrida ayudaaaaaaaaa
EliminarLO Siento ana al parecer nadie te quiere contestar mmmmmmm que tonta jajajaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa y luego la tal britanny ni contesta nigun comeentario asi podemos escribir lo que queramos de ella y no nos dice nada y luego para variar se tarda mucho en escribir un capitulo quee pena ,me da el caso de ella y de ana jajajaaaaaaaaaaaa buena ya encerio espero con ancias sus reclamos y el reclamo en especial de la tonta britanny y tu queja ana saludos negativos a todas las tontas de aqui LUCIA ADIOSSSSSS me voy de esta pagina aburridaaaaaaaa esta mejor la de la tal nina que la de britanny
Eliminarsu querida que las odia LUCIA MONTOLLA
Eliminarhola Nina, me caes bien
Eliminaraunque 2 cosas
Eliminar1, esa frase la sacaste de ''Megamente''
y 2, no es un villano, es heroe ''un heroe no nace, se hace'' de Roxan
jajajaja hay britanny yo creo que mis emociones serian las mismas que las tullas y tambien tristesa es mi emocion favorita y alegria me cae gorda aaaaaaaaaaa estuvo bueno tu chiste de que hemos hecho con nuestra vida jaaaaaaaaaa contestame cuando puedas querida amiga ANA SALUDOSSSSSSSSSSSSSS
ResponderEliminarhola ana, ami tambien me cae un poquitin mal alegria, porque solo queria que el cuartel fuera solamente de ella, y no dejaba a nadie ni mucho menos a tristeza que tocara la consola, osea de la mente de Riley, es mas o menos como toy story, en la que solo woody queria ser el favorito de Andy
EliminarFue un capi genial Britt: hay que admitirlo, la maldad en cierto modo esta tomando el control en Elsa
ResponderEliminarPD: Las emociones en mi cabeza son: principalmente ALEGRÍA, porque siempre estoy feliz, aunque tengo 14 y estoy en la edad en que Furia y Desagrado toman el control, y sin embargo nunca jamas estoy triste
No estoy molesta, es solo que no soy del todo paciente
Atte: TU MEGA FAN Dulce
no... yo soy Dulce, creo que eres Cande
EliminarPues la verdad no me gusto mucho este capitulo xq JAck no se acerca al amor de su vida osea elsa pero espero q el próximo capítulo lo haga estaré esperando el próximo capitulo con ansias
ResponderEliminarHOLA SALOME me gusta tu nombre de hecho tengo una maestra que se llama asi he decidido tener muchas amigas en esta blog asi que quien comente me hare su amiga asi que quieres ser mi amiga si no no importa espero tu respuesta con ansias a y de hecho le doy like a tu comentario jajajajaaaaa PS. Estoy enferma ayudaaaaaaaaaaaaaaaaa saludoss ANA
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