sábado, 5 de septiembre de 2015

Capítulo 1


Importante:

¡Hola a todos!

Dado a unos cambios que hice en mi forma de narrar, esta nueva fanfiction solicita lectores activos, que abran bien sus ojos al leer. ¿A qué me refiero? Como grandes escritores hacen en sus obras, modifican la estructura común y monótona de un solo narrador al cabo de toda la historia, ya sea en tercera persona o en primera.

Aquí, será una mezcla. Tranquilos, está revisada para que no sea difícil de leer. Solo que pasará de estar narrando un personaje a pasar a un narrador externo. Espero les guste esta nueva idea, no es un cambio drástico, solo es una prueba para ver cómo nos va.

Nadie ha descubierto la correlación que escondo en las palabras de esta historia con un cuento que todos conocemos. A ver quién la descubre ahora o más adelante ;)








Capítulo 1


Así fue como conocí a Jack. No fue difícil adivinar que me sentía atraída por él desde que lo vi. Corrección, me siento. Habría que ser ciega para no estarlo, por favor.

Luego de nuestra extraña presentación, y de que yo pudiese separar mis labios para hablar, más bien tartamudear, él rio por mi reacción. Dijo que él no estaba acostumbrado dado que pocas personas lograban verlo. Le conté que leí de su historia. Me contó que me había observado unas cuantas veces, lo cual me pareció raro. Esa era una ventaja de ser invisible. Se lamentó de que como conmigo ya no lo es, no podrá espiarme. Me incomodé. Él rio. Antes de partir para dejarme en esa noche en la que el viento había dejado de soplar con la intensidad del principio, me preguntó si podía volver a verme. Y yo acepté con un mudo cabeceo, incapaz de maquinar esa idea de volver a verlo. Se fue sonriendo.

A la siguiente noche,  él estaba tocando el cristal de mi ventana.

–  ¿Sabes lo extraño que suena un chico escabulléndose por la ventana al dormitorio de una chica? – advertí, mi tono receloso era lánguido por lo que sonó más como una broma.

– ¿Apenas llego y me quieres echar? – reprochó mientras pasaba sus piernas por la ventana abierta. Lo hacía de tal forma que daba a entender que ya estaba al tanto de que diría que no lo quería echar, pero asimismo me provocaba.

– No. Para algo viniste, ¿cierto? – había aprendido a devolver su juego.

– Touché. – sonrió con sorpresa por su derrota. –   ¿Cómo has estado?

– Cansada. Hoy he tenido mucho que hacer. – no era cierto. Me había pasado la mañana y la tarde pensando en su aparición. Y en esa noche. Estaba nerviosa sin duda, pero hallé refugio en mi apariencia casual.

– Ya veo.

– ¿Jack?

– ¿Hmh?

– ¿Para qué has venido? – le pregunté mientras él merodeaba y examinaba mi habitación a oscuras. No es que hubiese nada interesante.

– ¿No es obvio? – me dedicó una mirada y siguió su caminata dándome la espalda. Su mirada recorría desde mi pulcra cama a la pequeña biblioteca.

– ¿Qué cosa? – apretujé la tela de mi vestido. Esa noche no pensaba usar camisón por aquella visita. Aun así, agradecí que no me estuviese viendo presa de la agitación.

– Quiero conocerte más. Y veo que tú también quieres conocerme. – tomo una pila de cuatro libros de la mesita de luz de roble y me lo enseñó como muestra de mi culpabilidad. Atrapada, decía su sonrisa y poco disimulaba mis mejillas. Aparté la vista

– Me gusta leer, eso es todo….

– “Criaturas y leyendas”, “Seres mágicos”, “Mitos antiguos, Volumen III”… ¡Oh, mira! Este es mi favorito: “Cuentos infantiles navideños”. Este es el que cuenta de cómo congelé y “arruiné” el Día de Pascua del 1803. Yo diría que ese año fueron las más innovadoras y divertidas Pascuas.

Esa medianoche reímos mucho, por estupideces suyas más que nada. Y la siguiente, y la siguiente. No es que yo tuviese mucho que hablar con el tiempo, mi vida tenía poco y nada de interés. Igualmente, él me insistía a que contara de mi hermana, mis padres, mi magia, mi estilo de ropa, cualquier cosa. Cuando no charlábamos, jugábamos. Sí, jugar como niños. Pero como Jack había comentado: niños con capacidades de adultos. Con más reiteración teníamos que reemplazar los jarrones y cuadros rotos de las habitaciones a las que congelábamos y armar excusas. Según él, ¿para qué sirve ser especial si no puedes sacarle ventaja y disfrutar?

Decenas de noches seguidas, meses más tarde, aún cumplía su promesa.  Jack me visitaba cada vez más frecuente, incluso en horas de luz. Según él, no tenía nada mejor que hacer. Elemental, yo me excusaba con lo mío.

Poco a poco, perdí la timidez, y estaba más acostumbrada a estas visitas y a las charlas. A veces me decepcionaba cuando no se aparecía en días, pero llegaba los siguientes para quedarse todo el tiempo que podía.

Y fue así, en un día perdido entre el calendario pero imposible de olvidar, que él me sorprendió tomándome por la cintura y posó sus labios en los míos. No estaba segura, quizás porque nunca le había dado muy escasa importancia a mi vida amorosa, pero ese debió haber sido mi primer beso. Y como muchos dicen oír campanas u orquestas, yo pude escuchar violines. ¿Qué hay más romántico que la música de los violines? Jack había dicho que no tenía excusa, simplemente se moría por hacerlo. Y yo sin haberlo admitido hasta el momento, también.

Los besos y visitas se volvieron costumbres. Ansiaba más que nunca que llegase al palacio por la ventana. Obviamente, Jack venía cuando el parámetro estaba desolado. Sería extraño ver a la soberana hablando sola por los pasillos cuando en verdad estaba acompañada por un ente invisible. Si bien eso y todo, no lo hacía menos interesante.

A mí me gustaba él, y yo le gustaba. Al inicio no sabía si era amor, aunque a eso se sentía. A medida que lo negara, más me palpitaba el sentimiento.

– Jack, creo que te amo. – había dicho las dos palabras por vez primera, instantes antes de que él desapareciera volando por el umbral de la ventana.

Él frenó en seco y se dio la vuelta. Sus ojos llenos de asombro y algo que interpreté como regodeo.

– Dilo de nuevo.

– Te amo. – dije, acompañado por una tonta risa. Fue tapada, de todas formas, por un beso suyo mientras flotaba en la nada, su mano en mi rostro y la otra en su bastón.

– De nuevo.

Y lo repetí tantas veces lo sentía. Aunque al principio no estaba segura de cuánto significado tenía eso. Me estaba enamorando de él.

Pasábamos juntos más momentos de lo que pensábamos. Cuando me iba a dormir,  a veces lo encontraba en sueños. Al encontrar mis ojos, me dijo una vez que son hermosos y raros, que nunca había visto unos así de cerca. Añadió que lo miran lanzando dagas cuando hace algo mal, como con una de sus bromas pesadas. Piensa que soy especialmente adorable cuando me enojo. Discutíamos sobre de quién era el turno para escabullirse a las cocinas en busca de comida. A veces nadie ganaba y pasábamos hambre. Pero eso no era algo malo.

 Jack Frost nunca imaginó terminar con alguien como yo. Sin embargo, ahora dice que no puede imaginarse con nadie más.

Cuando miraba sus ojos, no veía perfección, no veía una historia de amor. Eso es algo que la gente prefiere leer en novelas románticas o soñarlas. Jack era distinto. A su manera, él me hacía sentir amada, preciada, deseada. Y eso era todo lo que necesitaba por el momento. Era feliz.

Con una sonrisa empapelada en mi rostro, producto de su recuerdo, acomodé mi cabello una última vez frente al espejo. Miré mi corona apoyada en la madera, la primera que había recibido desde mi coronación. Faltaban días para que se cumpliera el aniversario de tal fecha. Jack sabía lo poco importante que era para mí. ¿Por qué? Simple. Me hacía volver a una remembranza lejana que prefería olvidar, la época en la que mis miedos tomaron partida de mí y por poco cuesta la vida de mi hermana y todo arendelliano.

Para mí, este lóbrego recuerdo estaba oculto en esa corona. En su belleza, en su brillo y poder. Por algo no me gustaba que decorara la cima de mi cabeza, refleja mis peores errores. Solo la miré y me alejé del tocador pensativa. Una esbelta doncella tenía preparado para mí el vestido que llevaría ese día. Pocas veces usaba los que yo misma podría crear por un tema de presencia digna de la realeza. No me quejaba. Con una seña, la doncella se retiró para dejarme a solas y vestirme.

Salí perfumada de mi habitación y transité por los largos pasillos hasta llegar a una puerta blanca en la pared, similar a la mía.

– Toc, toc. – llamé, preparando una sonrisa porque sabía que Anna me recibiría con un contento abrazo. Pero no fue ella quien me recibió. – ¿Olaf? ¿Qué haces aquí?

El muñeco de nieve arrojó la caja en forma de corazón a un lado del cuarto que yo no podía ver.

– No estoy comiendo chocolate. – dijo, pillado. Su afirmación era desmentida por las manchas de chocolate sobre su boca y porque aún masticaba. Tal vez se pensaba que iba a regañarlo por eso, por lo que sonreí un poco para calmarle.

– ¿Sabes dónde está Anna?

– Sven se la ha llevado a un paseo. – nunca logramos que dejara de confundir el nombre de Kristoff. Espera…

– ¿Un paseo? ¿Tan temprano?

Mi desconcierto era consentido. No eran más de las siete de la mañana. ¿A dónde la habría llevado? Por lo que sabía, ninguno de los dos eran madrugadores al pie de la letra a no ser que yo o alguna doncella les despertaran. Si fuese por ellos, dormirían hasta mediodía. ¿Qué los habría hecho saltar de la cama? El insecto de la curiosidad me inyectaba su veneno.

– Sí. Él se veía muy emocionado. – Olaf se alejó a penas de mi vista para luego volver con la misma caja de bombones y echarse en la boca unos cuantos. – Mhm… de limón.

– Olaf, –  volví a pedir por su atención. –  ¿a qué lugar se fueron entonces?

– ¿Quiénes?

– Anna y Kristoff.

– Oh, ¡yo sé! A dar un paseo.

– Sí, ¿pero a dónde– comenzaba a impacientarme.

Tamborileó sus dedos de madera por su barbilla.

– Creo que habían dicho algo de un parque. O un jardín del payaso, algo así, no recuerdo.

– ¿Los jardines del palacio?

– ¡Sí, eso!

– Estupendo. – al menos tenía una respuesta de las muchas que procesaba. – Gracias, Olaf.

– ¿Por qué?

Aquí iba de nuevo.

– No importa. Gracias igual. – acaricié su pelada cabeza en un saludo y casi salí corriendo a los jardines.

¿Era una entrometida? Tal vez. Pero algo me preocupaba de ellos estando solos. Posiblemente por ser la primera vez en la que Anna se enamora de verdad y pasa con el hombre de su vida casi todo el tiempo. Solo pretendía ir hasta los jardines a chequear que todo estuviese bien. Quizá me excusaría con que es hora del desayuno. Ellos solo iban a dar un paseo, no es que fuese a interrumpir nada.

Con menos culpa sobre mis hombros, bajé las extensas escaleras principales, doblé hacia el fondo y llegué a la entrada floreada. Las plantas apenas comenzaban a abrirse de distintos colores que bañaban el aire con aromas dulces y frescos. De la zona más cercana al horizonte y repleta de árboles se oyó un chillido de emoción. Anna. Los grititos se acrecentaban más a medida que iba hacia ellos. Cuando los ruidos de ramas crujiendo en la tierra estaban a metros de distancia, acomodé mi cabello y miré al cielo como si estuviese mirando algo en particular y no curioseando a mi hermana en los jardines.  Si supiese, me hubiera puesto a silbar.

Anna apareció de entre los árboles dando saltitos sobre charcos invisibles en mi dirección.  Se arrojó sobre mí con brazos extendidos.

– ¡¡Elsa!! ¡Oh, Dios mío!

– Veo que es un buen día. – le contesté de un humor contagiado mientras seguía saltando conmigo bordeada. Mi sonrisa de ensanchó más al ver la suya.

– ¡No lo vas a creer! – se apartó un poco para enseñarme su mano izquierda. – ¡Kristoff acaba de proponerme matrimonio! – chilló nuevamente.

– ¿De veras? – inspeccioné su anillo. Era modestamente bello. Me pareció extraño que Kristoff no me hubiese preguntado o pedido mi bendición. O siquiera preguntar por el anillo de compromiso real de la familia que va de generación en generación. Se había arrojado a las aguas sin más.

No supe por qué, pero después de tantos meses me sentí nuevamente invisible, etérea. Y lo más raro es que era por un tonto hecho que no lo valía. No debería importarme. Bastaba ingresar en la deriva placentera del  ánimo y las risas excitadas de Anna para estar contenta por ellos.

– ¡Oh, Anna! No puedo creerlo. – envolví mis brazos en ella con ímpetu. –  Me alegro tanto por ti.

– Elsa, yo tampoco puedo creerlo. Soñé tanto por esto, ¡y ahora me voy a casar!

Gritamos como un par de niñas hormonales, por suerte no había nadie a los alrededores. Poco después apareció Kristoff por el mismo sendero que Anna, agitado. Por lo que parecía, la había estado corriendo desde lo profundo del pequeño bosque hasta casi la salida. Apenas nos vio, sonrió y caminó hacia nosotras. Los observé contenerse con complaciente distancia.

– ¿Ya le contaste las buenas nuevas? – le preguntó él.

– ¿Cómo no lo haría? ¡Es la primera en enterarse!

– Hola, Elsa. –saludó el muchacho para no pasarme por alto.

– Oh, ah, casi lo olvidaba. – a ella casi le faltaba el aire de tanto aullar y de tal aceleración. Se calmó un poco para darle pie a algo importante que tenía por decir. – Elsa, queríamos pedirte tu bendición.

Finalmente. ¿Se pensaban que se las iba a negar?

– Por supuesto que la tienen. – mi rostro se iluminó. –  Espero sean muy felices.

– ¿No te importa que se quede en el palacio? – preguntó Anna. Podía juzgar que en verdad temía que les pudiese decir que no.

– Claro que no, Anna. – de hecho, ya se había asentado con nosotras desde hacía casi diez meses. A veces en el establo,  a veces en las habitaciones, Kristoff siempre había estado y yo no había dicho ni “mu”. Mi hermana era lo suficientemente grande para hacerse cargo de su novio, ahora prometido, y yo tenía otras cosas en las que enfocarme. Tenía mi propia relación, por así decirlo.

– ¡Oh, gracias, gracias, gracias! – soltó el brazo de Kristoff para volver a abrazarme. – ¿Y puede venir su familia? ¿Qué tal si invitas a tus padres, Kris?

¿Los trolls?

– ¡Claro! A la pandilla les encantará venir. A menos que a Elsa le moleste.

– No le molestará. ¿Cierto, Elsa?

– No, para nada. Que vengan si quieren. Las puertas del palacio estarán siempre ab…–

– ¡Gracias, gracias, gracias! –Anna me dio un fugaz abrazo sin dejar que acabase mi frase y se avecinó hacia las puertas del palacio a mi espalda  a la vez que arrastraba a su prometido. –  ¡Vamos, Kris! Tenemos que hacer las invitaciones ahora mismo. Invitaremos a todo el pueblo a la boda, incluyendo tu familia. Se hará una gran fiesta aquí en el palacio, habrá globos y bailes y mucha comida. Será grandioso…

El resto fue inaudible.



Anna iba a casarse. La Reina no podía estar más feliz… pero siempre hay un pero. Que su hermana acabara de comprometerse significaría una gran movilización para Arendelle y Reinos vecinos. Y que la princesa fuese a casarse le correspondería a Elsa una gran presión para que ella buscase un marido por su cuenta o estaría mal visto.  No existía tal justificación para una Reina solterona. Que ella no lo fuese… eso era algo que nadie sabía.

Elsa conocía lo que se le vendría encima desde antes que asumió su título. Como era el turno de Anna, luego vendría el suyo. Y la presión por herederos, porque se supone que la Reina debe tener a sus hijos antes por una cuestión de mantener el trono. Es todo un circuito, una competencia de la que ella no quería ser partícipe. Pero no había otra opción.

Paso a paso por la zona descampada de árboles y decorada con arbustos distinguidos, reflexionaba de su futuro. Los consejeros estarían sobre ella en cuestión de semanas para presentarle a los candidatos más presentables y de los que podrían sacarle provecho, como para una unión de Reinos por ejemplo. No podría interesarle menos. Lo último que quería era conocer un hombre de esa manera.

Ella ya tenía a Jack, y era a él a quien quería. Nadie más. Tampoco lo dejaría por una cuestión o capricho más bien político. Elsa lo amaba. Entonces… ¿debería proponerle matrimonio? ¿No sería muy adelantado? ¿A él le apetecería la idea?

¿Por qué tiene que ser todo tan complicado por una simple noticia?, suspiró.

Desearía que las agujas del reloj se movieran más lento para poder pensar, pero tiempo es lo que se le acababa.

La noche coloreada en índigo se ceñía por el cielo. Elsa seguía pensando, tumbada en su cama. Ni siquiera había tocado un libro para despabilarse en todo el día. Una figura ingresó por la ventana que había dejado abierta, lo pudo ver en los dibujos de la sombra que caía sobre las paredes enfrente de ella. No se dio la vuelta, permaneció en su melancólico estatismo.

– ¿Qué tal, mi ángel? – Jack se subió a la cama y postrado sobre ella besó su mejilla. Elsa giró sobre su espalda para enfrentarlo, la vista al techo. Jack frunció el ceño ni bien vio la máscara ensimismada y reflexiva que era aquel rostro sobra las almohadas. –  ¿Pasa algo?

Elsa apartó la mirada. ¿Valía la pena comentarlo?

– Anna se va a casar.

Las arrugas en la frente de Jack se profundizaron.

– ¿No es eso algo bueno?

– Para ellos sí…

– ¿Y para ti? –incitó, demandando más palabras aclaratorias.

– … En realidad sí me alegro por Anna y Kristoff. Pero no sabes lo que eso significa para mí.

– ¿Y si me lo dices directamente? Estás tirándome semillas en un desierto y margaritas a los cerdos. – sonrió a penas, seguramente para relajar el momento que para Elsa se tensaba como una cuerda.

Elsa casi ríe ante sus dichos anticuados. Cierto que tenía bastantes años. Se incorporó para sentarse en el acolchado respaldo de su cama. Jack dejó colgar sus piernas en un lado de la cama y se sentó a los pies enroscados de una Elsa en pijama.

– Quiere decir que soy siguiente en la lista, y que me presionarán para que busque un marido pronto.

– Oh. – era un tema delicado… –  ¿Y si no qué?

– No lo sé, Jack. Seré obligada, supongo. Nunca había visto una Reina que gobernara por sí sola. Y con esta nueva boda, los consejeros y el parlamento dirán lo mismo de mí.

– Eres Reina, debe haber alguna ley que puedas cambiar.

– No es cuestión de eso solo. Está mal visto.

– ¿Por eso estás así? ¿No quieres casarte?

Elsa suspiró y cambió su foco de atención a sus manos frías y tensas.

– Claro que no. Así no. No estoy lista. Debería ser capaz de elegir el momento, con quien yo quiera. Pero se me acaba el tiempo.

Jack también bajó la vista.

Compromiso. Esa palabra le aterraba más que a ella. Le disgustaba. Elsa era lo más cercano que había tenido a un compromiso, una relación. Pero el casamiento era un paso más largo. Un océano de distancia. No estaba seguro de poder darlo. Y por más que la amase, la palabra le seguía produciendo escalofríos por todo el cuerpo. El hecho de que no había nada que pudiese hacer por ella, le dolía.

– Lo siento, Elsa…

– Yo también. – suspiró, sintiéndose  amargada con el destino.

– Oye, puedes intentar dejar de pensar en ello. Tal vez se solucione, nunca sabes.

– No se va a solucionar, Jack. No hay forma.

– Nunca sabes. Lo estas anticipando todo cuando en verdad esos viejos amargados de los parlamentarios y qué se yo quienes quizás no te obliguen a nada. Las leyes cambian, que yo sepa. – en verdad estaba diciendo suposiciones. Jack no tenía idea de políticas monárquicas. – Y estoy seguro que algo podrás cambiar. Anímate.

No siempre, pero Jack era optimista. Y lo que la joven precisaba en ese instante era confortación y una idea de que el futuro puede no ser tan malo, que puede solucionarse.

– ¿Tú lo crees así?

– Yo lo sé. Y yo nunca me equivoco. Además, eres una estupenda Reina. ¿A qué chusma le molestaría que seas una soltera? Aunque los dos sabemos que no es así… –  se acercó a ella fatuo, sediento. La besó intensamente, acogiendo sus finos brazos alrededor suyo y respirando su aroma. Elsa estiró las piernas encogidas por debajo de Jack, quien tenía las rodillas clavadas en el suave colchón y los brazos a ambos lados de los hombros de la chica.

Es curioso cuánta noción del tiempo se puede perder al estar con los ojos cerrados. El sonido del reloj marcando las once y media les sobresaltó. A esas instancias aproximadamente, Elsa lo despedía para poder tener sus horas de descanso para el siguiente arduo día de trabajo.

No esa noche.

– Quédate. – le pidió.

– ¿Qué? – sus oídos no daban mérito a lo que escuchaban. El hecho que tanto había pensado en las últimas semanas, que jamás creía que sucedería y por ello pensó que era un tema preferiblemente para olvidar, se lo estaba ofreciendo ella misma. No completamente lo que él había tramado, como lo indicaba aquel inocente hablar. Pero en parte, era lo que él quería. No iba a pedirle nada extra.

– Me oíste. Que te quedes esta noche. Me siento mejor si estás conmigo.

Jack sonrió.

– ¿Así que soy algo así como un juguete consolador tuyo? Me hieres, Elsa. En lo más profundo del corazón.

– No, tonto. – golpeó amistosamente su pecho. –  Es solo que esta noche te necesito. Más que nunca.

No era ni un céntimo de mentira. Elsa se sentía algo vacía, taciturna. Eventualmente desde que había empezado el día o desde que adquirió la noticia. Quizás los momentos en los que Jack no estaba.  La cama le sentaba enorme ahora, hueca, pero con Jack a su lado lo completaba a la perfección. No se sentía tan vacía después de todo.

– Me quedaré. Pero con una condición.

– ¿Cuál?

– No lo sabes, pero en verdad duermo con el torso desnudo todas las noches.

Elsa rio.

Oh, sí claro. Ni ella se lo creía. Pero sabía que su travesía era más fuerte que su ego y que él. Y no perdería una oportunidad más perfecta para enseñarle a ella su magnífico cuerpo. Elsa no se atrevería a decirle que no tampoco.

La besó una vez más y salió de encima de ella para quitarse su abrigo azul rociado en escarcha y postrarse a su lado. Tapó a ambos con las colchas oscuras. Sintió los pies desnudos y fríos de Elsa contra su piel y como ella se estremecía con su tacto. Demonios, el momento era demasiado perfecto. Frente a frente sobre la cama, Jack la abrazó y dejó que ella se acurrucara y buscara la comodidad contra su pecho frígido. Colocó su barbilla sobre su cabello rubio y cerró los ojos.

– Gracias, Jack. – bostezó.

– No hay de qué. – besó su frente. – Duerme bien.

– ¿Jack?

– ¿Mhm?

– No roncas, ¿verdad?

– Hasta ahora no me lo han dicho. De seguro lo averiguarás hoy.

– Jack... – él sintió otro golpecito de su pequeño puño en su hombro desnudo.

– Cuidado, vas a dejarme moretones si sigues así.

– Si roncas te… –  un último bostezo – mato.

Y Elsa se dejó entregar al mundo de los sueños densos aunque sin imágenes. Una noche calma y acogedora en los brazos del hombre al que amaba era el remedio indicado para dejar entre renglones sus problemas, sus demandas. No había nada más que él, su abrazo nocturno y la oscuridad de sus ojos cerrados. Sumida en ese pequeño mundo ideal, su vida era perfecta. Todo estaba bien, y así lo estaría.



Qué equivocada que estaba.



Fin del capítulo 1




Nota de la altura:

¿Qué les pareció? Estoy bastante contenta con el resultado. 

Seguramente preguntarán qué pasa con los Guardianes, ¿es Jack uno de ellos? Para ser franca, no lo sé. No creo que vaya a meterlos en esta historia dado que sería algo que ya han visto y quiero que sea algo nuevo, y como vieron Jack no es Guardián aquí. Solo un espíritu. Pero no dejaré de lado a Hombre de la Luna, eso está seguro.

Sujeten sus calzones para el próximo capítulo. :D


7 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho. Pienso que tienes demasiado talento para una joven de 15 años. Soy escritor y tengo 22, llevo tiempo en esta carrera, y te quiero decir Britanny que prodigios como tú no se ven todos los días en las aulas de facultades que se especializan en esta materia. Ahora escribes fanfiction, pero con una preparación podrías escribir grandes novelas. Solo te aconsejo que no te detengas. Tu nueva forma de escribir es grandiosa, no la cambies tampoco. Me encanta poder inspirame con el sabor de tus palabras a la hora de tener que escribir las mias. Espero mucho de ti y esta historia que simplemente es motivadora.

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  2. Y por si hay alguien que te diga que le molesta el salto entre narradores pues, perdona mi vocabulario ofensivo, pero que se vaya a la m****. No entienden lo fantástico que es, la estructura que implementas es otra forma de experimentar la lectura, te agradezco que la utilices ya que muchos, por no decir todos, usan la forma convencional de redactar. Pero tú, tú siempre superas esos límites. Te admiro como escritora y ansío aprender más de ti. Te deseo suerte y éxitos. Aunque no lo necesitas, por lo visto.

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  3. Me encantoo britt!!!! Sigue sigue sigue

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  4. Solo tengo algo para decir: oooo wwoooowwww OMG :ooooooooooooooooooooo

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  5. no puede ser que en mi casa tengo 113 libros y lo unico que leo son tus novelas jaja :).
    Me encanto la nueva forma de narrar

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  6. Esta INCREIBLE!!!!!! ME ENCANTO!!!!! Como siempre, esta es la segunda historia mas hermosa que haya leido, ya que la primera es : jelsa, una historia de amor verdadero. Continua asi , quizas y te aseguro que llegaras a ser una gran escritora.
    PD: Soy Dayra
    PD2: Me encantan tus historias. Tienen un toque de no se que, que hace que quieras seguir leyendolas.
    PD3: Continua asi !!!! :)

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